Capítulo 3 Marco teórico

3.1 Introducción al capítulo

La democratización de la tecnología es un tema discutido cada vez más frecuentemente, dadas las consecuencias de su mediación total de la vida cotidiana. En particular, en los últimos treinta años la consolidación de los “Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología” (ESCT) como campo de estudios interdisciplinar generó una pluralidad de escuelas de pensamiento, tanto en términos teóricos como en análisis empíricos, acerca de la relación entre ciencia, tecnología y sociedad.

El paradigma constructivista estabilizado actualmente en los ESCT, y en el que se enmarca esta tesis, surge como crítica a la división ficticia entre “tecnología” y “sociedad” que domina el discurso tecnológico. Por un lado, las visiones que conciben todo avance tecnológico como autónomo, universal, socialmente neutro, evolutivo hacia el progreso de toda la especie humana; por otro, la visión para la cual todo avance tecnológico está inevitablemente ligado a un paradigma de control y opresión (Bush y Holt 2021; Heilbroner 1967; Winner 2001). Una alternativa superadora a estos determinismos se plantea desde un análisis de “lo socio-técnico”, o el tejido sin costuras (Hughes 1986), donde lo social y lo técnico se reconfiguran mutuamente.

En línea con esta visión, esta investigación adopta una definición de tecnologías en sentido amplio para poder analizar la forma que podría tomar su “democratización”, desde una perspectiva sociotécnica. El objetivo es superar tanto una visión de artefactos o innovaciones autónomas como el estudio limitado a su “impacto social”. Tecnologías, entonces, son todos los artefactos, procesos y formas de organización que se despliegan como acciones (cognitivas, artefactuales y prácticas) realizadas conscientemente por los humanos para alterar o prolongar el estado de las cosas (naturales o sociales) con el objetivo de que desempeñen un uso y una función (Thomas, Santos, y Thomas 2016).

Este capítulo describe el marco teórico elegido para el análisis de GOSH tanto a nivel colectivo como de proyectos y experiencias individuales, dentro del marco de “lo socio-técnico”. A nivel colectivo (pregunta de investigación 1), el análisis está enmarcado por dos literaturas: transiciones socio-técnicas para analizar el cambio a nivel de sistema, y movimientos de innovación de base para incorporar la dimensión política de la innovación colectiva. En las siguientes secciones la escala de observación se mueve desde el colectivo hacia los proyectos, a fin de comprender cómo el discurso global se articula con las prácticas discursivas y materiales de los participantes en sus contextos.

Para operacionalizar el concepto de “democratización de la ciencia y la tecnología” que GOSH articula en su discurso global, partimos de observar el manifiesto GOSH. Este documento fundacional plantea el objetivo del movimiento en términos de “bajar las barreras entre los diseñadores y usuarios de tecnología a fin de apoyar la generación y el aumento de la producción de conocimiento científico”. La lógica expuesta, coherente en los sucesivos documentos elaborados por el movimiento, es que el uso y construcción de herramientas científicas abiertas permitiría que los usuarios ejerzan las libertades de uso, modificación, estudio y comercialización de las tecnologías. Y que a partir de ello podrían contribuir a la producción de, o producir más y mejor, conocimiento científico. Las preguntas de investigación 2 y 3 desagregan este objetivo en dos etapas: producción de herramientas y producción de conocimiento.

Para comprender los procesos de producción de herramientas (pregunta de investigación 2) el análisis se plantea como situado desde la usuaria. Se utiliza en primer lugar el enfoque de Design Justice, basado en la tradición feminista-semiótica de los ESCT y la investigación-acción participativa, para describir cómo los artefactos producidos en proyectos GOSH redistribuyen los privilegios de uso entre los nuevos usuarios, su grado de participación en el proceso de diseño y su diversidad. Este análisis se combina con un enfoque surgido dentro de los estudios culturales pero revisitado en los últimos años por autores de los ESCT, la teoría de domesticación de la tecnología. Sus categorías se utilizan para comprender qué trabajos cognitivos, simbólicos y materiales de los usuarios/desarrolladores conducen a esa redistribución.

Para comprender cómo el acceso a las herramientas habilita o no la producción de conocimiento científico en contexto (pregunta de investigación 3) se recurre a la literatura producción útil de conocimiento científico, combinada con conceptos de participación en ciencia y tecnología, en particular ciencia ciudadana y comunitaria. De esta forma se identifican los obstáculos que impiden la producción de conocimiento apropiable o útil en contexto, y las estrategias desarrolladas por las comunidades para participar de la agenda científica. El enfoque de desarrollo humano se utiliza para evaluar si y cómo las experiencias de los participantes en proyectos GOSH habilitan la producción de conocimiento científico útil para cada contexto.

Esquema de marco teórico

3.2 Del cambio: transiciones socio-técnicas

El movimiento global por el hardware científico abierto (GOSH) plantea una nueva forma de construir herramientas científicas que se propone como más abierta, colaborativa y democrática que la dominante cuyo diseño es cerrado, su fabricación centralizada y asociada al uso de patentes industriales. Se trata de una propuesta de cambio socio-técnico, una transición desde la configuración actual hacia un esquema de actores, prácticas, regulaciones, artefactos y relaciones diferente. Entre las literaturas más utilizadas para analizar este tipo de escenarios se encuentra la teoría de transiciones o “perspectiva multi-nivel” (MLP por sus siglas en inglés), como también se la suele denominar [(Geels 2002; Geels y Schot 2007; Schot y Geels 2008).

La teoría de transiciones tiene su origen en la convergencia principalmente de dos literaturas: la economía evolucionista (Nelson y Winter 1982; Schumpeter 1934) y la sociología de la tecnología (Latour 1990; Rip y Kemp 1998). A partir de una crítica a ambas, la MLP intenta resaltar el carácter híbrido del desarrollo tecnológico, incorporando los elementos sociales y culturales a la visión técnica y estudiando su interrelación. De la sociología de la tecnología toma el aspecto constructivista: el desarrollo tecnológico no existe de forma aislada, sino que posee entidad a partir de cumplir una función social -provisión de alimentos, vivienda, energía, etc.-. La tecnología es una ‘configuración que funciona’ (Rip y Kemp 1998), y lo hace gracias a las conexiones entre sus elementos, que no son exclusivamente técnicos: son también normativas, prácticas de usuarios, redes de infraestructura, significado simbólico, patrones de comportamiento de las organizaciones, factores culturales, etc. Transformar estas configuraciones socio-técnicas es una tarea compleja dada su gran estabilidad; los cambios en los elementos sociales pueden dar lugar a cambios técnicos y viceversa (Latour 1990).

De la economía evolucionista la MLP toma el concepto de trayectorias, pero critica la separación entre las etapas de exploración de nuevos desarrollos tecnológicos (proceso de ‘variación’) y de selección de los mismos (o ‘ambiente de selección’). MLP argumenta que esta división no ocurre en la realidad: quienes crean o diseñan tecnología poseen visiones y valores implícitos que influencian sus elecciones tecnológicas, y por otro lado, ante la introducción de una nueva tecnología los usuarios juegan un papel en la adopción, determinando su éxito o fracaso (Hoogma et al. 2002). Otra de las críticas de la MLP al modelo evolucionista se centra en la visión reduccionista del ‘ambiente de selección’, que es planteado sólo en términos de mercado neoclásico -estructura y tamaño de la demanda, precios. La decisión de adoptar o no una tecnología, plantea la MLP, va más allá de lo meramente económico, incluyendo factores institucionales -regulación, relación empleador-empleado, estructuras políticas-, sociales, culturales, geográficos.

En base a estas consideraciones, MLP propone un modelo coevolutivo de variación y selección (Schot, Hoogma, y Elzen 1994), que al entender la tecnología como una configuración de elementos que cumple una función social, plantea los cambios tecnológicos como ‘transiciones socio-técnicas’: grandes transformaciones en las formas de cumplir con determinadas funciones sociales. Como tal, es frecuentemente utilizada en trabajos que buscan entender por qué ciertas tecnologías son “exitosas” en términos de adopción, y cómo esos procesos evolucionan a través del tiempo. El cambio socio-técnico se concibe como un proceso de largo plazo, multi-dimensional, transformador de las variables fundamentales en las que se basa el sistema, resultante de la interacción y dinámica de tres niveles de análisis: nicho, régimen y entorno (de allí la denominación de perspectiva multi-nivel).

3.2.1 La perspectiva multi-nivel

El nicho se conceptualiza como el hogar de la innovación radical (Grin et al. 2011), un espacio protegido donde el ambiente de selección se maneja con reglas diferentes al status-quo. Estas condiciones diferentes, más laxas, permiten que surjan nuevas ideas y se pruebe su potencial de cumplir la función social de interés de una manera alternativa. En las primeras etapas de la innovación los costos son altos y el desempeño no es ideal, por lo cual estas alternativas no podrían sobrevivir si las reglas no fueran flexibles. Los actores realizan trabajo cognitivo, institucional, económico y político a fin de sostener los nichos de los que forman parte (Seyfang y Smith 2007)

Dentro de los nichos se dan varios procesos:

  • Procesos de aprendizaje en varias dimensiones: tecnológico, cómo superar fallas, cómo organizarse, sobre la demanda del mercado, comportamientos de usuario, requerimientos de infraestructura, herramientas de política, significado simbólico
  • Procesos de articulación de las expectativas o visiones: guían las actividades internas y a la vez atraen la atención y financiamiento de actores externos
  • Procesos de construcción de redes que permiten acceder a recursos de distinto tipo y nuevos actores

Los nichos albergan experimentos donde puede probarse la innovación y perfeccionarla. Como no se estabiliza aún un diseño dominante, los esfuerzos generan múltiples variantes y diversidad. Los nichos ganan momento si las visiones se vuelven más precisas y son aceptadas más ampliamente por el afuera; si al alinearse varios procesos de aprendizaje se llega a una configuración más estable (diseño dominante) y si las redes sociales crecen, ganando la participación de actores más poderosos que generan legitimidad y atraen recursos. Hoogma et al. (2002) identifican dos formas de medir el éxito en el desarrollo temprano de un nicho: i) Calidad de los aprendizajes, más allá de lo técnico para incluir lo organizativo y social, especialmente los que surgen en relación con factores institucionales; ii) Calidad de la inmersión institucional, que implica el desarrollo no sólo de tecnologías sino de infraestructuras complementarias, articular y difundir visiones creíbles y específicas, y contar con el apoyo de nuevos actores por fuera del nicho.

El régimen socio-técnico es el modelo o “configuración que funciona” que el nicho en cuestión pretende influir o reemplazar. Determina las prácticas técnicas, los procesos de producción de tecnología, las características que adopta el producto, las habilidades requeridas, los procedimientos rutinarios y principalmente la forma de definir problemas (Rip y Kemp 1998). El concepto de régimen está inspirado en el trabajo de (Nelson y Winter 1982), que estudiaron cómo las prácticas y rutinas se anclan en la comunidad de ingenieros y organizaciones encargadas de innovar, determinando el rumbo de los futuros desarrollos. MLP amplía el concepto (Geels 2004) incorporando como actores no sólo a los ingenieros-desarrolladores sino también a los usuarios, hacedores de políticas, movimientos sociales, industrias, científicos, y grupos de la sociedad civil (Bijker 1995).

En el régimen los cambios ocurren de forma incremental, a lo largo de trayectorias: los procesos se optimizan pero no se transforman, y se generan barreras al cambio disruptivo. Es el componente estructurador del MLP, que da estabilidad al sistema socio-técnico. Su estabilidad está dada por la forma en que los actores y grupos sociales reproducen las conexiones dentro del sistema y entre ellos mismos. Hoogma et al. (2002) hacen un paralelismo con el concepto de ‘paradigma tecnológico’, que consiste no sólo en el aspecto técnico de un artefacto sino que se amplía a un set de heurísticas basadas en conceptos técnicos y creencias de hacia dónde avanzar, qué problemas resolver y de dónde obtener el conocimiento para hacerlo. En base a esto Hoogma entiende al régimen socio-técnico como reglas no solo en el sentido formal sino como un set de prácticas establecidas que no son fáciles de romper, y que imponen una lógica al cambio sociotécnico.

Por último, el entorno o contexto sociotécnico es el factor externo, de mayor rigidez. Se trata de un set de tendencias tecnológicas y sociales conectadas, estructuras profundas y eventos mayores que influencian las oportunidades para las tecnologías inmersas en el régimen y para las alternativas. Es el contexto amplio, que influencia al nicho y a la dinámica del régimen, los contiene y condiciona. Algunos componentes del entorno socio-técnico son las estructuras espaciales -como el diseño urbano-, ideologías políticas, valores sociales, creencias, preocupaciones, tendencias macroeconómicas. Es el nivel de mayor grado de estructuralismo en el sentido de que los condiciona fuertemente y está fuera de su rango de influencia. En el contexto o entorno los cambios son lentos (culturales, demográficos, políticos).

3.2.2 Tipologías de transición

La MLP permite establecer relaciones entre los diversos componentes de un sistema en un tiempo y lugar dados, lo que permite analizar momentos de estabilidad y de cambio. Se asume que el cambio en un sistema socio-técnico no es el resultado de procesos lineales, sino de la interacción de múltiples elementos en los tres niveles mencionados: nicho, régimen y entorno. Se trata de un abordaje sistémico, co-evolutivo. No considera que existan relaciones causales simples, sino que son procesos multidimensionales en diferentes niveles que se conectan y retroalimentan (causalidad circular). Por lo cual resaltan las relaciones de alineamiento lateral, las conexiones inesperadas, las situaciones umbral y los puntos de inflexión. Conforma un marco que guía la atención a las preguntas que se consideran relevantes en el estudio de los procesos de cambio.

Para la MLP, que un cambio sociotécnico suceda no depende sólo de los desarrollos en el nicho, sino de que cambios en el entorno presionen al régimen, abriendo ventanas de oportunidad. Estos cambios pueden suceder en diferentes ámbitos: tecnología, mercados, regulados, infraestructura, significado simbólico, redes de actores. Cambios en ciertos puntos de la configuración disparan modificaciones en otros, relacionados. En líneas generales, existen tres elementos que pueden identificarse en estos procesos: a) el nicho gana momento, b) el entorno cambia y presiona sobre el régimen, c) la desestabilización del régimen abre ventanas de oportunidad para el nicho.

Basados en el estudio de ejemplos históricos, Geels y Schot (2007) sugieren una tipología de transiciones en función de dos dimensiones: el momento y la naturaleza de las interacciones entre nicho, régimen y entorno. Esto los lleva a distinguir cuatro trayectorias de transición7:

  • Sustitución tecnológica: innovaciones disruptivas que se producen cuando la presión a nivel de entorno se combina con nichos estables, generando una sustitución por un nuevo régimen.
  • Transformación: una presión moderada desde el entorno hacia el régimen que se produce cuando no existen nichos estables, y los actores ajustan gradualmente el régimen para adaptarse a la situación.
  • Reconfiguración: innovaciones que se incorporan sin mayores obstáculos al régimen y desatan nuevos ajustes bajo presión del entorno
  • Desalineado y Realineado: cambios significativos en el entorno afectan al régimen cuando no existen nichos estables, emergen múltiples nichos que coexisten y compiten por atención y recursos hasta que finalmente uno domina dando origen al nuevo régimen

Utilizar la perspectiva del MLP permite analizar la experiencia de GOSH como colectivo, en términos de nicho, frente al régimen patentado de producción y uso de herramientas para la ciencia. En particular resulta útil para comprender su madurez y potencial para sostenerse en el tiempo e influir en el régimen. Finalmente, el análisis permite iluminar potenciales trayectorias de transición del régimen hacia formas abiertas de producción de herramientas científicas.

3.2.3 La dimensión política: Movimientos de innovación de base

Una de las principales críticas a la literatura de transiciones es su escasa atención a la agencia dado su enfoque estructural, y la omisión de las innovaciones que ocurren por fuera del ámbito de la firma u otras instituciones típicas del ecosistema de la innovación. Estas críticas son relevantes para el caso de GOSH, que como muchos otros movimientos de base, contiene a actores de la sociedad civil que ponen en juego recursos y estrategias materiales y discursivas innovadoras, bajo una demanda clara de cambio social.

Para abordar la dimensión política del cambio socio-técnico, autores críticos proponen combinar el enfoque de transiciones con la literatura de movimientos sociales. Este enfoque de movimientos de innovación de base (MIB) (D. Hess et al. 2007; Smith et al 2017) analiza específicamente las comunidades productoras de conocimiento y tecnología que exploran escenarios alternativos de cambio social, con un componente de apertura y participación pública en áreas donde usualmente las firmas y el mercado no producen innovaciones.

Se trata de fenómenos informales que incluyen una diversidad de actores sociales resultado de la acción colectiva, y que requieren de constante colaboración, movilización y reflexión. Estos actores utilizan estrategias de organización para gestionar recursos pero también configuraciones simbólicas que difieren de las dominantes. Presentan flexibilidad para negociar con instituciones como gobiernos o agencias de ciencia y tecnología; se trata de espacios de experimentación que toman diversas formas y estrategias de enlace con actores institucionales, ya sea en términos de movilización, colaboración o cooptación.

A diferencia de los movimientos sociales tradicionales, los MIB no limitan sus repertorios de acción a las formas convencionales de acción colectiva como ser manifestaciones o boicots Smith et al (2017), su foco está en la producción de tecnologías y conocimientos con sentidos diferentes. Aunque sus repertorios de acción pueden incluir protestas públicas u otras medidas similares, esas formas de demostrar poder y unidad no son sus principales medios de expresión. Los repertorios y formas de movilización se basan en la producción de conocimiento y soluciones técnicas asociados al llamado a modificar o crear políticas de soporte. Crean espacios donde aprender a usar y a crear tecnologías y formas alternativas de conocimiento es central, haciendo uso de formas no propietarias de innovación y bienes comunes (licencias abiertas, materiales educativos abiertos, etc.).

Los movimientos de innovación de base pueden verse como iniciadores o puntas de lanza de un cambio, pero para hacerlo requieren de conexiones con instituciones que puedan colaborar en forma de asistencia técnica, financiamiento o apoyo, pero también legitimidad, desarrollo de políticas y estructuras regulatorias de soporte (Ely et al. 2013). El carácter político de los MIB se ve también en su actividad reflexiva acerca de las necesidades tecnológicas de la sociedad, la dirección del cambio técnico, o el acceso a la tecnología.

Las categorías analíticas que se proponen para estudiar los movimientos de innovación de base son el contexto, los marcos de pensamiento, los espacios y estrategias y las trayectorias alternativas. Asociado al concepto de entorno socio-técnico de la MLP, analizar el contexto económico, político y cultural en que surgen los MIB con perspectiva histórica brinda información útil sobre sus particularidades y funcionamiento. En particular, se presta especial atención a factores externos que pueden estabilizar o desestabilizar al régimen, la presencia de redes internacionales o transnacionales en casos donde no se cuenta con apoyo a nivel local, y la influencia de instituciones de financiamiento internacional (Banco Mundial, UN, etc). Los MIB interactúan con el contexto de tres maneras principales: a) problematizando la dirección dominante que el contexto viene a desestabilizar, b) aprovechando ventanas de oportunidad, c) viéndose afectados en sus actividades por cambios traídos por el contexto.

La dimensión de marcos conceptuales proviene de la literatura de movimientos sociales: son procesos de significación que permiten a los movimientos identificar y organizar su experiencia de maneras que los ayudan a conectar con narrativas más poderosas (Snow et al. 1986). Orientan hacia la acción, inspiran y legitiman las actividades y campañas de un movimiento social (Benford y Snow 2000), generando vínculos, una identidad y un concepto del ‘otro’ (Tarrow 2004). Esto los vuelve clave para influenciar la forma en que se entiende una situación o contexto y las acciones que se tomarán. El carácter socialmente construido de los marcos permite entender cómo ideas y significados evolucionan y se desarrollan como parte de los procesos de aprendizaje que se dan en los movimientos sociales. No se limitan a conceptos técnicos, incluyen un set más complejo de aspectos sociales, económicos y políticos, combinando aspectos cognitivos, simbólicos, organizacionales y de poder.

El concepto de marcos de pensamiento resulta útil para entender las motivaciones que dan origen a los MIB, cómo éstos problematizan la figura del régimen dominante y cuáles son las visiones y objetivos que promueven. Además, permite entender las orientaciones discursivas e interpretativas de los diferentes movimientos en su contexto. Si existen actores variados los framings serán diversos y generarán tensiones y debate acerca de las prioridades y relaciones entre ellos. Este aspecto ‘negativo’ se ve balanceado por una mayor flexibilidad ante el vínculo con la institucionalidad, elemento clave de los nichos exitosos (Smith 2006).

Ligado a la idea de nichos de innovación, el análisis de los espacios protegidos donde se desarrollan las actividades de los MIB incluye aquellos espacios donde las normas y expectativas son diferentes, más flexibles que en el régimen. Permite comprender cómo los actores se abren paso para desarrollar sus actividades y cómo a su vez los espacios influencian el proceso de creación de tecnología y conocimiento. Pueden ser espacios físicos (talleres, campos, edificios, fábricas, barrios), sociales (grupos, redes, actividades que dan soporte), institucionales (universidades, partidos políticos, sindicatos, asociaciones, consumidores de nicho), o cognitivos.

Las estrategias son aquellas instancias que los actores ponen en juego para abrir los espacios. En este sentido las dimensiones más relevantes son las redes e intermediarios, la movilización de recursos (McCarthy y Zald 1977) y los repertorios de acción (Tilly 2008). La habilidad de generar conexiones y redes de intermediarios es crucial para abrir espacios: comunicar, coordinar, representar y compartir las actividades de los movimientos de innovación de base permite ocupar lugares. Las redes sirven como plataforma de comunicación y política ya sea local o transnacional para compartir ideas, recursos, demandas y actividades (Smith et al 2017). Por otro lado los intermediarios son clave para compartir lecciones que ya fueron probadas en otros MIB (Hargreaves et al. 2013) tanto técnicas como de aspectos organizativos, políticos e institucionales . Los repertorios de acción son las formas de organización y activismo desarrolladas por los movimientos para utilizar y ganar acceso a los espacios y desafiar a los oponentes. Su desarrollo requiere de conocimientos, habilidades y capacidades que dentro de los MIB se traduce en actividades de prototipado, publicitado de diseños, discusión para la inclusión, campañas de fundraising y protestas contra la exclusión de la discusión oficial de ciencia y tecnología, entre otras. Finalmente, los MIB deben contar con una o varias estrategias de movilización de recursos tanto de tipo material -dinero, bienes y servicios- como de liderazgo, confianza, habilidades, cultura compartida, valores y solidaridad (Oberschall 1973) que permitan desarrollar las actividades.

El concepto de trayectorias alternativas fue desarrollado por el STEPS Centre (Leach, Scoones, y Stirling 2010) y en este caso permite entender cómo contribuyen los MIB a la construcción de vías alternativas de desarrollo a lo largo del tiempo. El concepto básico detrás de las trayectorias alternativas es que ante cualquier situación o problema planteado en términos de cambio social nunca existe una sola posible solución, si no que es beneficioso y necesario abrir el panorama a construir vías alternativas, existentes o imaginadas a futuro. Hace énfasis en reconocer la diversidad y la diferencia como base para un desarrollo sostenible ambiental y socialmente justo, y en entender las asimetrías de poder detrás del peso que estas diferentes opciones parecen tener ‘naturalmente’.

En el contexto de los MIB, la dimensión de trayectorias alternativas implica volver a una posición ontológica de observador externo para analizar las consecuencias de la acción de los MIB. Una de las dimensiones del análisis es la interacción entre marcos de pensamiento y el peso que cada uno tiene, y cómo esta influencia cambia frente a la interacción con las instituciones. Qué ideas ganan y qué ideas pierden poder, qué tipo de relaciones se forjan entre los MIB y la institucionalidad, y qué consecuencias esto trae para el movimiento. Más allá de las narrativas, implica también analizar qué consecuencias materiales esto trae para los actores en términos de acceso a la tecnología, cambio en las estrategias de participación, diseños y prácticas.

En el caso de GOSH, la propuesta de la literatura de movimientos de innovación de base suma al análisis en clave política de cómo los actores aprovechan los cambios en el contexto, qué ideas informan la acción colectiva y cómo abren y organizan espacios para las actividades de prototipado, entre otras. La idea de trayectorias alternativas resulta particularmente útil en este momento donde GOSH se encuentra en una intersección entre el nicho marginal y la institucionalidad, en interacción con diferentes actores de la política pública. Este análisis permite especular qué consecuencias trae esto no sólo para el MIB y su configuración interna, sino para la huella de su actividad en términos de construcción de alternativas de producción de conocimiento y tecnología a largo plazo.

3.3 De la construcción de tecnologías

3.3.1 La mirada desde las usuarias

Uno de los rasgos salientes de GOSH es el rol activo que los participantes toman a la hora de crear, modificar y adaptar tecnologías. Para entender quienes son estas usuarias/desarrolladoras y cómo participan en la construcción de tecnologías, resulta útil el análisis contingente, situado de los ESCT. En esta sección se hace un recorrido por la evolución que el rol de las usuarias atraviesa en el campo de los ESCT.

El rol de las usuarias está presente en los ESCT desde los inicios, de manera más o menos explícita (Oudshoorn y Pinch 2005). En el Programa SCOT o Construcción Social de la Tecnología (Bijker 1995; Bijker y Pinch 1987), la definición de grupos sociales relevantes incluye tanto desarrolladores como usuarios. Sin embargo, no ahonda en los roles activos que éstos pueden tener en el desarrollo tecnológico, como la apropiación, reinvención o “hacking”, tan relevantes en tecnologías analógicas como digitales. Como respuesta a esta crítica, los autores incorporan la noción de ciertos usuarios como “agentes de cambio tecnológico” con un rol activo en los procesos de clausura o estabilización de un diseño dominante.

Desde los estudios feministas de la tecnología, el foco en las usuarias surge como crítica a una visión excesivamente situada en los desarrolladores, que escribe la historia de la tecnología como un suceso de éxitos patriarcales. En uno de los textos fundacionales, Cowan (1987) plantea que el análisis de las tecnologías debe hacerse desde las usuarias y sus redes, para entender las consecuencias no previstas a partir del uso en la vida cotidiana. Una diferencia relevante es que desde el principio esta escuela propone ver a las usuarias como sujetos activos en la configuración de las tecnologías, con agencia para negociar tanto prácticas como sentido. En esta línea, numerosos estudios de género iluminan el rol de las usuarias en la adopción tecnológica.

El abrir la caja negra del concepto “usuarias” es otro trabajo desarrollado principalmente por los estudios feministas. La diversidad existente en oposición a la concepción generalmente unidimensional desde los desarrolladores genera posiciones heterogéneas ante las tecnologías, que son relevantes al análisis. Uno de los ejes principales de análisis lo constituyen las relaciones de poder entre estas usuarias diferentes y los artefactos, las prácticas, los diseños. Qué usuarias son definidas por los desarrolladores a la hora de diseñar, y qué implicancias tiene esto para quienes podrían ser usuarias, pero no atraen la imaginación de quienes desarrollan. En definitiva, se sugiere que la distribución de poder entre los actores se aborde como una pregunta empírica (Lie y Sørensen 1996).

Sobre las definiciones de la teoría del actor-red y el concepto de simetría entre actores humanos y no-humanos, Akrich y Latour utilizan el concepto de programa o script para explicar la agencia de los artefactos en términos de cómo habilitan a inhabilitan no sólo relaciones humanas-artefacto sino entre humanos. El origen del programa son los procesos de definición de usuarios que realizan los diseñadores a la hora de crear tecnologías, pero las usuarias pueden activamente negociar estas limitaciones inscribiendo “anti programas” (Akrich 1992).

Desde los estudios culturales, la cuestión de la tecnología siempre se abordó desde las usuarias como consumidoras, y en la apropiación que éstas hacen de las tecnologías para pensar en su funcionamiento. La mirada va más allá de lo económico, entendiendo la adopción de tecnologías como un proceso que puede reconfigurar relaciones sociales y crear identidad (Douglas y Isherwood 1979; Appadurai 1986). Las usuarias son consideradas desde un rol activo, como “expertas culturales” que apropian bienes de consumo para construir sus propias identidades desde lo simbólico.

Este breve recorrido por el rol central de las usuarias en los ESCT enmarca la pregunta de ¿Quiénes y cómo construyen tecnologías útiles en contexto en los proyectos GOSH?. Los conceptos que se rescatan como más relevantes son la diversidad de usuarias, las relaciones de poder tanto entre usuarias como entre usuarias-artefactos y el rol activo que toman en la inscripción de significado en la tecnología, tanto de forma material como simbólica. Para construir el análisis combinamos categorías de dos escuelas que elaboran sobre este recorrido: Design Justice (Costanza-Chock 2020) y estudios de la domesticación, revisitados desde los ESCT (Hirsch y Silverstone 2003; Lie y Sørensen 1996; Sørensen 2005).

3.3.2 Diversidad y poder

La participación de actores diversos en el proceso de construcción de tecnologías es abordada y valorada por parte de los más diversos autores y corrientes que discuten el cambio tecnológico. Desde la filosofía, Feenberg (1989) señala que la salida a los determinismos tecnológicos es asumir que los desarrollos tecnológicos podrían materializar sentidos diferentes a los dominantes hoy en día, y que para ello es necesario estudiar cómo diversos actores inscriben sus propios significados en la construcción de tecnologías. Stirling (2015) propone el concepto de innovación democrática como el acceso por parte de los menos poderosos a las capacidades para desafiar la dirección que toma la innovación y que afecta sus vidas. En este sentido ‘democracia’ incluye pero va más allá de las nociones formales de democracia representativa o directa, para cuestionar no sólo los productos sino el proceso mismo de la innovación y sus consecuencias. Desde el pensamiento latinoamericano, las ideas de Arturo Escobar (Escobar 2016) sobre diseño, autonomía (en el sentido autopoiético8) y relacionalidad, problematizan la dominancia de una ontología única impresa en las tecnologías. Tomando del zapatismo la idea de “un mundo donde quepan muchos mundos”, Escobar propone utilizar el campo del diseño para crear e inscribir nuevas y múltiples formas de habitar el mundo que permitan superar la crisis civilizatoria, o “diseños para el pluriverso”. Su propuesta de “diseño autónomo” sugiere tomar una estrategia situada, colaborativa y participativa, que supere los dualismos de control y apropiación a partir de un abordaje relacional para la construcción de nuevas tecnologías.

Design justice9 (DJ) es un enfoque que surge recientemente a partir de la experiencia de diseñadores que trabajan con movimientos sociales y organizaciones comunitarias, agrupados en la red “Design Justice Network”10. DJ combina los aportes teóricos de Akrich y los estudios feministas de la tecnología con la práctica del co-diseño y la tradición de la investigación-acción participativa. Como resultado, su propuesta consiste en analizar cómo el diseño de la tecnología distribuye beneficios y penalidades entre diversos grupos de personas, para a partir de ese análisis construir nuevos diseños de forma participativa y poder evaluarlos (Costanza-Chock 2020). Elaborando sobre la visión del pluriverso de Escobar, DJ es además una comunidad de práctica global que busca construir diseños autónomos que distribuyan estos beneficios y penalidades de forma más equitativa en conjunto con las comunidades.

Partiendo de la premisa que la tecnología actualmente encarna principalmente valores patriarcales, racistas, coloniales y capacitistas, DJ sugiere situar el análisis desde la interseccionalidad. La idea principal de DJ es que los principios universales de la práctica del diseño, materializados en evaluaciones unidimensionales, borran grupos de personas. Y que en particular, esos grupos son aquellos que enfrentan discriminación de forma interseccional: patriarcal, racista, xenófoba, colonialista (Costanza-Chock 2020). ¿Cómo diferentes diseños reproducen o desafían esta distribución dominante? Para ello retoma conceptos básicos, ubicuos de diseño como affordances, disaffordances y dysaffordances para analizar qué grupos de usuarios son privilegiados por el diseño de los artefactos.

Affordance11, término que proviene de la psicología cognitiva, engloba las cualidades o propiedades de un objeto que definen sus posibles usos o que clarifican cómo puede o debe ser usado. El diseño de una silla permite (affords) sentarse, el diseño de una puerta permite entrar o salir de un espacio. Las affordances pueden pensarse como affordances percibidas y disponibles. Alguien que no está familiarizado con el idioma inglés probablemente no perciba que un software en ese idioma le permite ejecutar cierta acción; una persona con movilidad reducida percibe que una escalera le permite subir al próximo piso, pero esa affordance no le resulta disponible. El concepto opuesto, disaffordances, señala las propiedades de un artefacto que limitan o bloquean ciertos usos (por ejemplo, el uso de cerrojos o la necesidad de identificarse para utilizar ciertas funciones). Finalmente, las dysaffordances requieren que la usuaria trastoque su identidad para poder acceder, como en el caso de algoritmos que sólo detectan personas de piel blanca, o personas trans frente a sistemas binarios de identificación.

DJ señala que no existe un diseño universal que disminuya la carga cognitiva (el esfuerzo) que todos los usuarios posibles tienen que realizar para poder usar un artefacto, ya que un diseño siempre va a privilegiar a ciertos grupos sobre otros. Por lo tanto, el objetivo del análisis es hacer explícita esa distribución de privilegios o affordances. DJ plantea que para crear diseños que distribuyan equitativamente los privilegios es necesario que el proceso de diseño sea participativo, y que la comunidad posea el control tanto del proceso como de sus resultados. Una de las propuestas interesantes de DJ es el análisis de cómo los espacios donde se desarrolla el proceso de diseño influyen en quiénes participan. Propone, también, analizar cómo la participación de los distintos usuarios cambia a lo largo de las etapas de diseño.

El análisis interseccional y de grados de participación por etapas que propone DJ resulta útil para comprender cómo cambia la distribución de privilegios con la creación de herramientas abiertas; cuáles son las modificaciones y los distintos grados de participación de los usuarios que implementan los proyectos GOSH en determinado contexto. Además provee una herramienta para analizar críticamente estos nuevos diseños, cuestionando la nueva distribución de privilegios que surge de los mismos.

3.3.3 Domesticando tecnologías: los trabajos de la (re)inscripción

La sección anterior define el punto de llegada y los actores: los diseños “justos”, o artefactos que permiten una distribución de affordances más equitativa en una configuración determinada de usuarios. La pregunta inmediata es ¿Cómo se desarrollan procesos activos desde los usuarios que tienen como resultado la creación y adopción de tecnologías o diseños “justos”?

Los estudios de domesticación de la tecnología surgieron a fines de los años ‘80 en el campo de los estudios culturales (Hirsch y Silverstone 2003), para analizar cómo las personas incorporan una determinada tecnología a la vida cotidiana, en el ámbito del hogar. Una de las innovaciones del enfoque era el trabajo tanto sobre aspectos materiales como de sentido, y el conceptualizar a los usuarios con un rol activo en la adopción de tecnología. Los límites entre público y privado, productor y consumidor se vuelven fluidos, con el foco puesto en la coproducción de lo social y lo técnico.

Algunos autores dentro de los ESCT comenzaron a utilizar los conceptos de la domesticación para analizar la adopción de artefactos específicos, observando el espacio de negociación entre la perspectiva de los diseñadores y de los usuarios. Esto dio origen a una escuela de la domesticación que expande el ámbito de estudio a otros ámbitos de la vida cotidiana, más allá del hogar. Según Sørensen (2005)el proceso de domesticación de los artefactos puede entenderse como el movimiento complejo de objetos hacia y dentro de configuraciones sociotécnicas existentes”. Retomando categorías de la teoría del actor-red, propone que la domesticación puede entenderse como el proceso por el cual la lectura, interpretación y acción por parte de los usuarios traduce o re-inscribe un programa diferente en un artefacto.

Una de las consecuencias de esta derivación es que en esta nueva escuela la domesticación se observa en la interacción entre múltiples sitios, incluyendo instituciones y discursos colectivos tanto como condiciones individuales. En cada sitio, el análisis parte de observar los trabajos que las usuarias realizan a fin de adoptar o no tecnologías a la vida cotidiana: las prácticas de uso de los artefactos, las consecuentes interpretaciones simbólicas o de sentido, y los aprendizajes necesarios (Ask y Sørensen 2019; Sørensen, Aune, y Hatling 2000). De esta forma se iluminan los procesos activos que las usuarias emprenden en el camino de la domesticación.

Este enfoque desde los usuarios con un rol activo de reconfiguración y el abordaje semántico permiten que el análisis de domesticación complemente el de DJ, que le aporta una dimensión política. Identificar los trabajos que los usuarios/desarrolladores en proyectos GOSH realizan en tanto construir significado, adoptar nuevas rutinas de uso y desarrollar procesos de aprendizaje es útil para entender cómo se inscriben estos nuevos significados en contexto.

3.4 De la capacidad de producir conocimiento científico útil

Como se mencionó en la introducción, la última pregunta de investigación refiere a la capacidad de los integrantes de proyectos GOSH de participar en la producción de conocimiento científico. Uno de los principales argumentos del colectivo es que a través del acceso a las herramientas para producir conocimiento, se abre la posibilidad de colocar nuevos temas en agenda, más cercanos a los intereses de las comunidades, “herramientas de impacto”:

  • Las tecnologías [abiertas] son adaptables y por lo tanto pueden afrontar directamente las necesidades locales, sociales y técnicas
  • To pursue research based on the needs of their communities.
  • We make spaces for science beyond established institutions (e.g. academia and NGOs) so there are more options for research trajectories.
  • Open science hardware puts local knowledge in action and contributes to cognitive justice.
  • Open science hardware allows a diversity of values and voices to ask research questions and to make technology.
  • There is a direct link between what a community of users needs and science hardware because the community of users can access, change, adapt, and use the tools.
  • With GOSH Indigenous/Non-scientist peoples can make research in their native language and adapted to their local context.
  • Open science hardware decreases the divide between the global north and south, professionals and amateurs, particularly in low incomes countries.

GOSH propone que las herramientas que produce contribuyen a que se produzca conocimiento que responda a las necesidades sociales en un contexto determinado. En la próxima sección, se presenta en primer lugar la literatura sobre producción de conocimiento socialmente útil, y su llamado a democratizar los procesos de producción de conocimiento. En segundo lugar se hace un recorrido sintético sobre la evolución de las corrientes y prácticas participativas en ciencia y tecnología, haciendo foco en la “ciencia ciudadana” y los intentos por influir en la agenda científica. Identificados los obstáculos que separan academia de impacto social y las estrategias de participación, utilizamos el enfoque normativo de desarrollo humano para evaluar en qué medida los proyectos GOSH construyen capacidades que acercan la producción de conocimiento a las necesidades de las comunidades que los contienen.

3.4.1 Producción de conocimiento socialmente útil

La producción de conocimiento científico se asocia y justifica frecuentemente desde su capacidad de contribuir al avance de objetivos sociales. Gibbons (1994) señala como el concepto de “frontera interminable” de la ciencia es reemplazado en la actualidad por una nueva forma de producir conocimiento o “Modo 2”: producción de conocimiento cercana al contexto de aplicación, cada vez más transdisciplinaria, en nuevos sitios dentro y fuera de la academia, y más atenta al impacto social que produce su desarrollo.

Es paradójico y ampliamente aceptado que, sin embargo, gran parte del conocimiento científico producido en la actualidad no contribuye a la solución de los problemas sociales. Quizás el ejemplo más paradigmático esté en la distancia entre los objetos de estudio de la biotecnología en relación a las enfermedades prevalentes a nivel global (Sarewitz y Pielke 2007), aunque se encuentran ejemplos también en agricultura y sustentabilidad (Ciarli y Ràfols 2019).

Algunos autores articulan esta distancia en términos de que producir investigación sobre un problema relevante no implica necesariamente comprender de qué forma el conocimiento producido puede ser útil para abordar el problema (Sarewitz y Pielke 2007; Bozeman y Sarewitz 2005). Ciarli y Ràfols (2019) señalan que esta distancia entre agenda científica y utilidad del conocimiento producido puede ser explicada por múltiples razones: aislamiento en la construcción del problema de conocimiento por parte de la comunidad científica, asimetría de recursos que permite a actores de mayor poder pujar por agendas que favorezcan sus intereses, la presencia de organizaciones y colaboraciones internacionales que influyen en la investigación local, dinámicas económicas que favorecen la dirección de la investigación en rumbos incrementales, y la mínima influencia de la mayor parte de la población sobre la agenda científica.

Esta distancia entre agenda y problemas sociales afecta principalmente a los países periféricos. Dentro de los ESCT y el pensamiento latinoamericano en particular, diversas voces en las últimas décadas cuestionan la simplicidad de los abordajes lineales que adjudican una utilidad “evidente” a la producción de conocimiento científico. Algunos lo hacen desde miradas desde la construcción de sentido (Alonso y Naidorf 2019; Bello 2015; Vaccarezza y Zabala 2002), mientras que otros aportes son de mirada estructural (Kreimer 2006; Vessuri, Guédon, y Cetto 2014).

Uno de los fenómenos más estudiados al respecto es la “internacionalización” o valoración preferencial de los productos de la producción de conocimiento científico que se publican en revistas “internacionales” de alto impacto, que aunque la digitalización remueva de los territorios, son en su mayoría publicadas en países centrales (Vessuri 2004). Para poder publicar en estas revistas, las élites científicas de las periferias necesariamente deben dialogar con las agendas que estas publicaciones consideran relevantes. Aún así, la “obsesión con la internacionalización” de las políticas de evaluación de investigadores no se refleja en la participación regional en publicaciones, que en 2002 para Latinoamérica fue del 3% (Vessuri 2004). Sin embargo lo que sí se observa es el aumento de la participación de investigadores de la periferia en megaproyectos de consorcio, originados en países centrales. Desde Latinoamérica, Kreimer (2006) toca estos temas poniendo el foco en los actores científicos más relevantes o élites científicas de la periferia. Dado el esquema de incentivos propenso a la internacionalización, éstos son aquellos que publican en la escena internacional conocimiento “de excelencia” y “aplicado”. En su mayoría se trata de investigadores que se formaron durante un período en las instituciones centrales y vuelven a sus países de origen a constituir unidades de investigación, manteniendo lazos de colaboración o “integración”. Kreimer argumenta que esta integración es subordinada, ya que implica una división del trabajo en la cual las élites periféricas desarrollan las actividades técnicas, “de campo”, definidas por problemas, teorías y metodologías establecidas y estabilizadas por el grupo coordinador de la colaboración (que suele estar localizado en los países centrales). Este modus operandi deja a los científicos locales con escaso margen de negociación sobre la orientación y los contenidos de las investigaciones que son el objeto de las colaboraciones. Por otro lado, el autor problematiza el proceso de traducción de los problemas sociales en problemas de conocimiento, señalando que se hace de manera aislada y no es evaluado post-facto, y conduce a la producción de conocimiento aplicable no aplicado (Kreimer y Zabala 2006).

En esta última línea, Spaapen y Drooge (2011) proponen evaluar la utilidad del conocimiento a través del concepto de interacciones productivas, entendido como los intercambios entre investigadores y actores relevantes (otros investigadores, industria, organizaciones civiles, público general, gobiernos) en los cuales se produce y valora conocimiento que es tanto científicamente robusto como socialmente relevante. La interacción es productiva cuando implica un esfuerzo por parte de los actores en aplicar o usar los resultados de la investigación. Para esto, argumentan que el conocimiento útil tiene que cruzar los límites de las disciplinas y dominios del expertise, y que es imprescindible que la evaluación del conocimiento producido involucre a los “usuarios” de este conocimiento. Las interacciones pueden ser directas si son personales, indirectas si se concretan a través de artefactos, textos u otros medios, y financieras si implican un intercambio económico. Además, pueden ocurrir en función de instancias coordinadas con actores específicos, o ser el resultado de encuentros casuales.

Son numerosos los autores que señalan que la capacidad del conocimiento científico de ser útil responde principalmente a factores por fuera de la ciencia y en particular a la existencia de interacciones entre actores diferentes (Sarewitz y Pielke 2007; Spaapen y Drooge 2011). (Nowotny 2003) observan una relación entre la producción de conocimiento “fuertemente contextualizado” y el conocimiento socialmente robusto, entendido como aquel que es validado por actores relevantes. Los autores definen “fuertemente contextualizado” como la situación donde los investigadores tienen la oportunidad de, y están dispuestos a, responder a señales de la sociedad. Sarewitz y Pielke (2007) plantea que la investigación básica que es insumo de innovaciones significativas ocurre en institutos y universidades donde los científicos tienen autonomía para producir conocimiento “no aplicado”, pero las prioridades y la dirección del trabajo están altamente influenciadas por la colaboración con otros científicos, ingenieros y administradores que conocen de primera mano la producción y la aplicación.

La “utilidad” del conocimiento científico, entonces, es función de su contexto (Sarewitz y Pielke 2007) en lugar de inmanente al conocimiento producido. Desde los ESCT autores como Jasanoff (2003) llaman la atención sobre “el idioma de la co-producción” que subyace todas las formas en las que conocemos y representamos el mundo, incluido el conocimiento científico. La coproducción en ciencia implica que la relación entre quienes producen y quienes usan conocimiento es dinámica y altamente condicionada por su contexto.

Pensar el conocimiento científico y la innovación en términos de coproducción representa un cambio sustancial en la forma de pensar la ciencia y tecnología respecto de décadas anteriores. Schot y Steinmueller (2016) definen tres paradigmas principales de innovación a partir de la segunda guerra mundial. El primer paradigma que dominó la escena concibe la ciencia y la innovación en términos separados y por lo tanto en esferas público/privadas diferentes. Se trata de un modelo lineal que piensa el conocimiento científico como la base del incremento de la productividad industrial para el consumo de masas. Dadas las particularidades económicas del conocimiento científico, el rol de los estados consiste en invertir en las primeras etapas de investigación que luego “derivan” en innovaciones. Se asume que el conocimiento producido es “apropiable” y que esto se puede observar en el aumento del registro de propiedad intelectual, secreto comercial y ventajas competitivas. En los años ‘80, a partir de la observación de los resultados del primer modelo se hicieron evidentes algunas características tácitas de este paradigma: la capacidad de innovar es diferencial a nivel internacional; la innovación disruptiva convive con innovaciones incrementales que muchas veces bloquean la emergencia de nuevas tecnologías; la innovación tiene frecuentemente origen en los usuarios o a través de contactos con la investigación aplicada, actividades de desarrollo y comercialización. Esto derivó en el concepto distinto pero no radicalmente diferente de sistemas nacionales de innovación. Aquí el rol de los estados es encontrar la configuración óptima que lleve al máximo de productividad, con un fuerte énfasis en la capacidad de aprendizaje de las organizaciones e instituciones a nivel país.

El concepto de conocimiento socialmente útil resulta relevante para comprender de qué forma los proyectos GOSH, todos en la periferia global, construyen conocimiento útil en sus contextos. En los casos académicos interesa conocer si el uso de herramientas abiertas reproduce agendas impuestas desde el centro o si en cambio proponen las propias; si la definición del problema de conocimiento se hace de forma aislada o si existen interacciones productivas; si hay una ampliación de la base que permite instancias de diálogo entre actores relevantes.

3.4.2 Participación en ciencia

El estudio de la participación en ciencia y tecnología surge con fuerza en la etapa de la posguerra, durante las décadas de 1970 y 1980; los análisis tratan mayoritariamente sobre la inclusión de “legos”, “no-expertos” o “ciudadanos” en la producción de conocimiento científico (Lengwiler 2008). Bajo la etiqueta de “ciencia participativa” se engloban actividades que van desde la participación de ciudadanos en instancias regulatorias hasta la coproducción de conocimiento en proyectos de investigación (Frickel y Moore 2006)

Frickel y Moore (2006) compara tres grandes tipos de proyectos de ciencia participativa de acuerdo a qué grupo las inicia: activistas, profesionales o amateurs. En el caso de la ciencia participativa iniciada por activistas, se trata de colectivos con una motivación concreta de generar información sobre una problemática que los afecta, y que busca el apoyo de científicos que colaboran en términos de recolección y análisis, además de aportar legitimidad. Moore argumenta que su fortaleza está en la disputa de una de las bases de la autoridad científica: el argumento de que la ciencia es útil para todos. Exponiendo cómo algunos grupos se benefician de ella más que otros, además muestra que el expertise especializado de los científicos, aislado, no alcanza para dar respuestas a ciertas preguntas. La ciencia participativa iniciada por profesionales es aquella que incluye a las comunidades a través de las diferentes etapas del método científico; Moore señala que el riesgo de estas iniciativas está en reproducir asimetrías de poder que producen desconfianza en las comunidades, colocándolas en un rol de legitimación o “consentimiento informado”. La ciencia participativa iniciada por amateurs que Moore llama “vocacional” es aquella donde el conocimiento científico es producido por personas que no trabajan como científicos, ni tienen la motivación de producir conocimiento sobre un factor amenazante para sus vidas. El grado en que este tipo de iniciativas, a veces denominadas “ciencia ciudadana”, disputa la autoridad científica varía de acuerdo a sus objetivos y sus métodos. Al no estar limitados por requisitos institucionales, formativos o de financiamiento, los amateurs son más libres de explorar ideas alternativas y desarrollar lazos de afectividad con sus objetos de estudio. Moore señala cómo esto los vuelve herramientas clave en la producción de conocimiento socialmente útil.

Haklay (2013) hace una crítica a uno de los ejes principales de análisis en los proyectos de ciencia participativa: el grado de participación de los no-expertos en las iniciativas, adoptando una perspectiva normativa para evaluar grados de participación efectiva. Son comunes los estudios que plantean escalas de participación, como Kleinman (2000) y su categorización en un continuo que abarca desde casos donde no existe participación a aquellos donde los que participan pueden determinar el rumbo de la investigación. Otro eje de análisis frecuente es el análisis por disciplina, que asocia grados de participación a campos del conocimiento. Esto permite observar por ejemplo que la participación suele ser mayor en medicina o ciencias ambientales, y menor en las ingenierías.

Más allá de categorías de participación, dentro del campo de la ciencia ciudadana Ottinger (2010) señala que la capacidad influir en la agenda está relacionada principalmente a la existencia de una interfaz entre el expertise comunitario y el expertise formal. Kimura y Kinchy (2016) hacen una revisión de las “virtudes” de la ciencia ciudadana, y señalan que algunos proyectos son transformadores para las comunidades afectadas sin necesariamente ser altamente participativos. En su revisión de la literatura, Strasser et al. (2018) plantean que es necesario dejar de asumir que “cualquiera quiere participar”.

Estos aportes resultan útiles para enmarcar las actividades que desarrollan principalmente los casos comunitarios GOSH en estudio. Algunas preguntas en este sentido son ¿De qué forma interactúan el expertise comunitario y científico formal en los proyectos GOSH? ¿Existen roles de “traducción”? ¿Cuáles son las virtudes que priorizan los proyectos? Retomando la visión relacional de la participación, ¿Cómo participan estas comunidades de la construcción del problema de conocimiento? ¿Existen instancias de reflexión sobre la propia práctica? ¿Se hacen explícitas las presunciones detrás de la construcción de artefactos? ¿Existen instancias de reflexión sobre potenciales problemas o consecuencias del uso de las tecnologías? ¿Se discute dentro de los proyectos el marco global del movimiento?

3.4.3 El foco en las capacidades

El enfoque de desarrollo humano fue popularizado a partir de los trabajos de Sen (1999) y Nussbaum (2011), especialmente a partir de su adopción por parte de organismos como el PNUD. El concepto más fuerte del enfoque son las capacidades, entendidas como las oportunidades reales con las que cuentan las personas para perseguir los objetivos que les interesan; y las distingue de los funcionamientos, o el ejercicio de las capacidades disponibles. Las capacidades pueden ser materiales o no, cómo la capacidad de vivir una vida sana (y el funcionamiento, entre otros, de acceder al sistema de salud) o la capacidad de practicar su religión libremente (y el funcionamiento de reunirse con su comunidad en un ambiente seguro). Una persona puede tener capacidades para realizar múltiples acciones, pero pone en funcionamiento las que le interesan.

La autodeterminación es un rasgo de peso en el enfoque, que lo cristaliza en el concepto de agencia. Por agencia se entiende la habilidad de las personas para modelar sus propias vidas en función de los fines que desean (Boni y Walker 2016). Las capacidades representan libertad de oportunidades, la agencia libertad en el proceso. A través de la agencia, el enfoque conecta lo individual con lo colectivo: es la agencia la que permite a las personas luchar por generar cambios hacia un contexto que consideran más justo.

Aunque popularizado a partir de grandes estudios a escala de país, varios análisis empíricos han utilizado el enfoque de desarrollo humano para comprender cómo iniciativas de cambio social (o movimientos de innovación de base) contribuyen a la construcción de capacidades en los participantes. En particular resulta interesante el análisis de capacidades en proyectos de innovación social (Pellicer-Sifres et al. 2017; Tiwari 2017), en espacios comunitarios de fabricación (O’Donovan y Smith 2020). El enfoque en estos casos es exploratorio, con la intención de identificar el “set” de capacidades y evaluar los funcionamientos, la agencia y los procesos que las habilitan, a partir de lo que los participantes esperan obtener con su participación.

El foco en las capacidades brinda una herramienta normativa con la cual comparar por un lado, las expectativas de los participantes, aquellas capacidades declaradas en el manifiesto GOSH, y las capacidades que se consideran logradas o no por ellos mismos, siguiendo el principio de agencia. También permite conectar funcionamientos de la práctica con capacidades de mayor alcance, como la capacidad de influir en la agenda de conocimiento científico.

3.5 Resumen del capítulo

El capítulo presentó las bases teóricas que informan el análisis de GOSH a nivel de colectivo, de proyecto y de integrantes. El primer componente acarrea la mayor escala de observación tanto geográfica como temporal, bajo la lógica de las transiciones sociotécnicas a través del lente político de los movimientos de innovación de base. Esto permite enmarcar la primera pregunta de “¿Cómo se construye este nicho de innovación?” a través del análisis del contexto, los marcos de pensamiento, los espacios y las estrategias puestas en acción por los participantes. Pero también permite prestar atención a su evolución en el tiempo, tanto en la interacción entre nicho, régimen y entorno como al interior de las relaciones de poder dentro del nicho, y en particular en relación a elementos institucionales del régimen, para entender de qué forma se construyen trayectorias alternativas.

La segunda sección observa a nivel de proyecto, y pone el foco en la construcción dentro de estos grupos de (nuevos) sentidos a través de los artefactos y sus relaciones. La pregunta de quiénes y cómo participan en la fabricación de artefactos en proyectos GOSH es enmarcada en la literatura de Design Justice, que permite ver cómo los diseños de los nuevos artefactos redistribuyen poder a partir de su configuración de affordances, disaffordances y dysaffordances y cómo varían de acuerdo al análisis interseccional de las usuarias. Desde el mismo lugar de análisis, el estudio de la domesticación de los artefactos ilumina los trabajos cognitivos, prácticos y simbólicos que realizan las diferentes usuarias/desarrolladoras en relación, a fin de re-inscribir sus propios significados y valores en los nuevos artefactos.

Manteniendo la escala de observación, la tercera sección aborda la pregunta de cómo estos nuevos artefactos y prácticas de los proyectos GOSH permiten (o no) a los actores perseguir sus propias agendas de producción de conocimiento. El enfoque de desarrollo humano se utiliza para evaluar qué funcionamientos habilitan la construcción de capacidades en proyectos GOSH que puedan conducir a la producción de conocimiento útil, en las diferentes modalidades de ciencia participativa que se presentan en los casos. Estas dos literaturas dirigen la atención a la incorporación de nuevos actores y sus características demográficas, la existencia de interacciones productivas durante los procesos de construcción de los problemas de conocimiento. La literatura de ciencia participativa y en particular ciencia ciudadana llama a observar si los procesos son iniciados por activistas, profesionales o amateurs, la existencia de procesos de traducción entre conocimiento formal y no codificado, y el grado de división del trabajo entre científicos y no científicos.

Este capítulo presentó las bases teóricas que informan el análisis de los proyectos GOSH, a partir de las preguntas de investigación planteadas. En su revisión de la literatura y consulta a expertos sobre las teorías más utilizadas para analizar el cambio sociotécnico, Sovacool y Hess (2017) identifican aquellas basadas en agencia, sentido, estructura y por último las relacionales, que integran las tres perspectivas; entre ellas está la teoría de transiciones. Para esta tesis, transiciones resulta útil si se combina con otras perspectivas que aporten el ángulo normativo; en definitiva se trata del cambio hacia tecnologías en sentido amplio, más “justas”. El enfoque en desarrollo humano, la mirada desde los estudios feministas de la tecnología y la literatura de movimientos sociales aportan en este sentido. En los próximos capítulos se presentan los resultados del análisis de GOSH a escala de colectivo, proyectos y usuarias a través de las categorías presentadas.