Capítulo 9 Discusión
Los capítulos 5 a 8 presentaron los resultados del trabajo empírico tanto sobre el movimiento GOSH como sobre los proyectos de hardware científico abierto en sus contextos particulares. Este capítulo cambia el eje del análisis para poner estos resultados a dialogar con la literatura presentada en los capítulos 2 y 3, en función de la pregunta de investigación: ¿en qué medida y de qué forma la práctica del hardware científico abierto contribuye a la democratización de la producción de conocimiento en la periferia?
Esta tarea se divide en tres grandes secciones organizadas en ejes temáticos, guiadas por cada una de las preguntas específicas de la investigación. El capítulo concluye con una síntesis de los principales hallazgos de este estudio.
9.1 Pregunta 1: GOSH como nicho estratégico
Esta sección discute, a partir del análisis del colectivo en términos históricos y como movimiento de innovación de base, cómo GOSH se conforma como nicho estratégico de innovación. A modo de síntesis, GOSH aprovecha ventanas de oportunidad tanto técnicas como políticas para sumar actores académicos que “legitiman” sus demandas; la diversidad es utilizada estratégicamente para motorizar una acción colectiva de alto impacto a través de momentos de expansión y contracción; la creatividad y lo lúdico se aprovechan como punto de partida para poner a dialogar visiones del mundo muy diferentes y formar identidad. La sección continúa describiendo escenarios especulativos alrededor de las tensiones internas entre marcos conceptuales en el nicho y cómo esto puede conducir a la fragmentación, para finalizar con el rol que juegan las políticas institucionales en esa tensión a través de potenciar o invisibilizar las narrativas y prácticas alternativas presentes en GOSH.
9.1.1 Nuevas legitimaciones
El análisis del capítulo 6 muestra cómo GOSH aprovechó ventanas de oportunidad tanto técnicas como políticas para establecer sus demandas colectivas. Las primeras incluyen la amplia difusión y menor costo de las técnicas de fabricación digital, la aparición de proyectos como Arduino, que bajan las barreras al diseño de artefactos electrónicos, la apertura de servicios de fabricación en volumen, principalmente localizados en China y accesibles a individuos y las múltiples plataformas online para el intercambio de conocimiento y experiencias sin fricción. Estas oportunidades también fueron aprovechadas por otros movimientos, como el movimiento maker (Anderson 2012; Gibb 2014a).
Activistas, artistas, educadores informales y algunos científicos ya se encontraban trabajando con hardware abierto aplicado a la ciencia de forma aislada, e incluso ya habían surgido iniciativas que intentaban reunir a parte de la comunidad, sin mayor éxito. ¿Por qué GOSH pudo consolidar su posición y mantenerla en el tiempo? Los resultados del análisis muestran que una de las respuestas está en cómo GOSH supo aprovechar una serie de ventanas de oportunidad y cambios políticos: el arduo trabajo de discusión y consolidación de las licencias para hardware abierto entre expertos dentro y fuera de la academia (Ayass y Serrano 2012), el cambio positivo de percepción sobre la legitimidad y potencialidad de la ciencia comunitaria, la normalización de la discusión sobre la propiedad intelectual del conocimiento científico por parte del movimiento de ciencia abierta, y el giro en la academia hacia un paradigma de promoción de la inclusión y diversidad, son algunos de estos factores relevantes en la génesis de GOSH.
Estos factores permitieron que GOSH atraiga a nuevos actores desde la academia, y con ellos mayor legitimidad, a sumarse a un movimiento con predominio de participantes no académicos que plantean una relación con la producción de conocimiento bajo una lógica diferente, y que suele ser percibida como “hobbista”, “de baja calidad”, “demasiado politizada”. En su descripción de modelos alternativos para la ciencia y las estrategias que académicos y activistas pueden emplear para llegar a estos modelos diferentes, (Martin 2006) identifica una estrategia en la que un empoderamiento de las bases transforma las condiciones de producción de la ciencia, porque cambia la forma de relacionarse entre personas, que a su vez cambian las condiciones de trabajo. ¿Qué cambios podría traer una aproximación a la producción del conocimiento científico basada en valores como los que plantea GOSH, de colaboración en lugar de competencia, de valoración de distintos tipos de conocimiento? Algunos actores en GOSH ya experimentan con esto desde laboratorios académicos y dentro de universidades22, trabajando con metodologías feministas que instrumentan por ejemplo prácticas de publicación donde el orden de autoría es cuidadosamente construido, o donde se proponen modos de relacionarse con las áreas o sujetos en estudio basadas en la equidad.
La incorporación de nombres prestigiosos de la academia, o estrategias como haber realizado el primer encuentro global en el CERN, también funcionan como señales a quienes dudan en sumarse por la posible repercusión en su carrera científica. Por otro lado, además de aprovechar ventanas de oportunidad, GOSH en su rol de red transnacional también abre oportunidades para los actores y las iniciativas desarrollándose en el sur global, como sucede en otros movimientos de innovación de base (Smith et al 2017).
En el capítulo de marco teórico se presentaron algunas de las principales características que los nichos estratégicos, es decir aquellos con potencial para desatar cambios en el régimen, deberían poder cumplir (Hoogma et al. 2002; Seyfang y Smith 2007). Estas incluyen poder articular sus expectativas y visiones de una manera robusta y específica, construir redes amplias y profundas, contar con intermediarios clave para intercambiar lecciones y experimentar instancias de aprendizaje secundario en áreas clave, adaptando sus expectativas y acciones en consecuencia.
Como se detalla en la siguiente sección, la acción colectiva de GOSH está informada por una pluralidad de actores y marcos de pensamiento, de distinto grado de radicalidad y en constante negociación, coincidiendo con lo señalado por Smith et al (2017) en términos de nichos plurales y narrativas en disputa. Las estrategias del activismo le permiten articular, comunicar y capitalizar estas diferencias en términos de representatividad, abriendo múltiples espacios dentro de la academia tanto en el centro como la periferia, la ciencia comunitaria en particular en situaciones de conflicto socioambiental, la educación STEM fuera de ámbitos formales y el arte independiente. Esta articulación ha evolucionado desde los inicios de forma adaptativa, adquiriendo especificidad y sumando adeptos. GOSH construye redes y moviliza recursos a escala global, regional y local, donde participan actores de la academia, empresas y organizaciones de la sociedad civil; la construcción de redes amplias y desde donde movilizar recursos es una marca de los nichos estratégicos. Otro de los procesos significativos en nichos viables es el aprendizaje, y en particular el aprendizaje secundario: en GOSH, los participantes comparten aprendizajes tanto técnicos como organizativos a través de intermediarios clave, y su estrategia de deliberación permite al movimiento adaptar sus acciones, expectativas y estrategias en consecuencia, como detalla la próxima sección.
A partir de estos resultados, ¿podríamos pensar que GOSH, como nicho estratégico, puede promover cambios transformadores en el régimen patentado de hardware científico abierto? La respuesta y la forma que tomen estos cambios dependerá de cómo el nicho interactúe con la forma actual, patentada de producir herramientas científicas, tanto como de nuevas oportunidades o factores limitantes que puedan aparecer en el contexto, habilitando una diversidad de trayectorias (Geels y Schot 2007).
9.1.2 La diversidad como impulso para el movimiento
A partir de las entrevistas con quienes iniciaron el movimiento se puede observar que para el colectivo GOSH la diversidad es una estrategia de trabajo fundamental. El “giro a la diversidad” que sucedió una vez finalizada la primera reunión global en CERN, y los sucesivos encuentros en lugares claves de Latinoamérica y Asia, responden a la búsqueda de representatividad. A fin de generar un impacto mayor como colectivo, y así como quienes diseñan artefactos abiertos “salen a buscar” a sus usuarias, GOSH fue a buscar a quienes podrían sumarse al movimiento en otros lugares del mundo. En entrevista personal en 2019, uno de los fundadores comenta la lógica detrás de esta estrategia:
Es llevar la pregunta “¿qué es para vos el hardware científico abierto?” a diferentes lugares y culturas en el mundo y dejar que esa pregunta se responda de cualquier manera que se responda en ese lugar.
Por otro lado, la apertura a la diversidad no sólo geográfica sino de formación y objetivos de trabajo, por ejemplo a partir de intencionalmente incorporar activistas en los márgenes de la academia, no sólo suma representatividad sino que también aporta recursos en términos de habilidades organizativas necesarias para movilizar la acción colectiva.
Uno de los resultados más significativos de la observación participante en GOSH es que la estrategia de acción colectiva no se da en forma lineal sino en pulsos de apertura y convergencia. En determinados momentos se plantean discusiones que requieren de toma de decisiones, ya sea a partir de los encuentros o por requisitos de los entes financiadores, como en el caso de la definición de una hoja de ruta. El planteo de la necesidad de decisión es seguido por un momento de apertura, donde se intenta que la diversidad más amplia de participantes brinde su perspectiva; luego se realiza un trabajo de elaboración sobre la información recibida y se decide qué rumbo tomar. Estas instancias de elaboración y síntesis son comunicadas en tiempo real, de forma transparente a través del foro comunitario. En el avance, la decisión “arrastra” al resto de los actores que dieron su opinión. El trabajo es intenso durante el período de elaboración, pero esporádico, descansando principalmente en quienes tienen habilidades y experiencia en facilitación. (Smith y STIRLING acstirling 2018) plantean que este tipo de prácticas deliberativas diversas se observan en los movimientos de innovación de base como respuesta a las limitaciones que enfrentan a la hora de diseminar su mensaje, sirviendo como fuente de legitimación y representatividad hacia dentro y fuera del colectivo.
Aunque este rumbo principal guía la acción colectiva, existen otros “centros” de toma de decisiones, autónomos, a veces regionales y a veces relacionados con redes preexistentes de trabajo por disciplina, que persiguen sus propias agendas y objetivos. Los logros de estos centros distribuidos también se considera que contribuyen al avance de GOSH, que los toma como propios; esto se observa en particular en las estrategias de comunicación.
Los eventos de GOSH funcionan como momentos de máxima apertura; con su agenda de desconferencia colaborativa, la redacción iterativa de los documentos estratégicos, la modalidad de participación esporádica. Todos los participantes identificaron este tipo de prácticas organizativas como el factor diferencial entre GOSH y otras comunidades en ciencia o tecnología. En particular, los actores académicos identificaron estas estrategias como el mayor aprendizaje que obtienen de GOSH, y que aplican en sus trabajos.
Coincidiendo con lo observado por (Smith et al 2017) para movimientos de innovación de base plurales, se puede observar que la diversidad en términos de marcos conceptuales dentro del movimiento también funciona como recurso, ya que permite acomodar el mensaje de acuerdo a la audiencia, cambiando la “ventaja” del hardware científico abierto que se comunica según el contexto. En eventos académicos, las ventajas comunicadas están relacionadas a la eficiencia; en Latinoamérica la conversación toma un cariz más político, asociado al HCA como democratización y tecnología apropiada.
Finalmente, una de las ventajas que se observan como más importantes de la diversidad como estrategia en GOSH es que permite la construcción de proyectos “de impacto”. Esto puede leerse en clave de producción de conocimiento socialmente útil (Bozeman y Sarewitz 2005; Sarewitz y Pielke 2007), donde GOSH facilita el surgimiento de interacciones productivas entre actores relevantes a un problema de conocimiento (Spaapen y Drooge 2011). A partir de los encuentros globales surgen colaboraciones tanto centro-periferia como regionales; uno de los ejemplos más visibles de colaboración transnacional entre miembros de GOSH es Open Flexure, otro ejemplo relevante son las colaboraciones en el campo de la biología sintética entre miembros de GOSH en latinoamérica y en la red AfricaOSH. Estos avances son tomados por el colectivo que construye sus propios “casos de éxito” a partir de ellos.
9.1.3 Lo lúdico como denominador común
Para poder alcanzar sus objetivos GOSH construye un lenguaje común, una problematización política a partir de una práctica concreta que permite dialogar a actores muy diferentes. ¿Qué pueden tener en común una bióloga estudiando mosquitos en Cambridge con un activista haciendo análisis de suelos con comunidades campesinas en Argentina, o una trans-hacktivista viviendo en un squat europeo? Como parte de GOSH, todas ellas crean sus propias herramientas y consideran que las regulaciones de propiedad industrial, como las patentes, son un sinsentido que limitan su trabajo y restringen su creatividad.
En los eventos globales de GOSH, el ambiente es muy diferente al de una conferencia académica o de tecnología, o a una asamblea de un movimiento social. Se percibe inmediatamente que los participantes se están divirtiendo. La propuesta de desconferencia o agenda colaborativa de los eventos, el juntarse en grupo a cocinar, las presentaciones artísticas y el continuo desarrollo de talleres que emiten luces, sonidos e imágenes que parecen salidos de algún futuro cyberpunk: todo tiene una atmósfera carnavalesca donde cualquiera está invitado a participar, entrar y salir cuando quiera.
El utilizar el juego y la creatividad como estrategias de construcción de comunidad no es nuevo. Diversos autores (Bogad 2016; Shepard 2005) retoman la idea del carnaval (Bakhtin 1984) como una forma de construir acción colectiva, capaz de crear espacios abiertos desde donde emergen nuevas formas de relacionarse. Este es uno de los elementos más característicos de la cultura hacker, uno de los marcos conceptuales que informan la acción de GOSH (Himanen 2001). Otra de las ideas fuerza detrás del concepto de carnaval es el desdibujamiento de límites entre quien hace y quien observa, la alteración de las jerarquías. Y en definitiva, la idea principal detrás de GOSH es que quienes hoy observan también quieren hacer, quienes hoy sólo consumen también pueden aprender, construir herramientas y producir conocimiento de acuerdo a sus propios intereses. Weissman y College (1990) describe al “juego serio” como una aproximación abierta a aprender, a la prueba y el error:
El “juego serio” tiene por objeto inspirar el deseo, las historias colectivas, la cohesión del grupo y la formación de la identidad—construir un movimiento que cuente con redes sociales más densas y sea más sostenible y adaptable en tiempos difíciles.
El juego serio forma parte de los marcos conceptuales de muchas de las iniciativas de educación que usan hardware abierto en sus experimentos, y que participan en GOSH. Implica además participar en el juego sin otro objeto que la curiosidad, sin esperar algo a cambio o considerarlo “productivo”. La mayoría de los talleres en GOSH siguen estas ideas: demuestran principios de construcción o de uso de los diseños, comparten habilidades o pruebas de concepto que en general no incluiríamos en un CV.
Otra de las funciones importantes a nivel comunitario del juego serio es poder atraer y retener a actores que normalmente no participan de asambleas o sesiones de discusión. Varios entrevistados comentan cómo se consideran “buenos en la parte práctica” y “se aburren” en las discusiones sobre estrategia. La combinación de práctica y reflexión facilita que incluso los más reticentes participen con ideas, aunque entren y salgan del espacio esporádicamente, aportando desde otro lugar. La metodología en sí misma es una invitación a que más gente se pueda sumar a jugar/diseñar, desde artefactos hasta rumbos de acción colectiva.
Las sesiones de discusión, aunque tratan temas “serios” también proponen discusiones que parecen tener poca relación pero que tejen puntos en común (por ejemplo “Visionary science speculative fiction”, una sesión en GOSH 2017). Esta aproximación creativa a la formación de identidad colectiva es muy relevante en un movimiento que inicialmente comprende desde dónde parte, pero no cuenta con referencias sobre hacia dónde va. Poder imaginar colectivamente cómo se ve el futuro que propone el movimiento requiere de imaginación, pero también de sentirse habilitado a imaginar en conjunto, de lazos de pertenencia y camaradería. Estas estrategias le permiten al colectivo moverse desde la disputa concreta, casi limitante de las patentes hacia una propuesta de visiones de futuro en común, y que actores disímiles tomen como propias las experiencias de otros, replicando estos mensajes colectivos en sus propios espacios.
Hacia afuera, la estrategia lúdica permite construir una vía propositiva de acción en el corto y en el mediano plazo, que incorpora el mensaje y los valores importantes para la comunidad en la materialidad de los artefactos. Como menciona una de las organizadoras del proyecto Vuela en una entrevista en 2019, “elegimos hacer drones porque son objetos deseables, caros, que no sabes cómo funcionan”. Se trata de un objeto costoso, que brilla, puede volar y enviar imágenes desde arriba, hecho con materiales locales y que cualquiera puede pilotear y reparar si es necesario. Es un mensaje potente que entra por los ojos, en un contexto predominantemente tecnocrático. Producir artefactos deseables, desde la creatividad y la curiosidad pero con una lógica diferente hace que el mensaje llegue a actores nuevos, que no suelen cuestionar lo social implícito en la tecnología.
9.1.4 Formas de ver el mundo en tensión
El análisis de marcos conceptuales que se presentó en el capítulo 6 permite entender qué ideas contribuyen en mayor y menor medida al discurso colectivo actual, y qué dinámicas y tensiones existen en esa interacción. Los principales marcos conceptuales en tensión dentro de GOSH se corresponden con una perspectiva más academicista y otra más radical de origen activista, relacionada a los movimientos de justicia ambiental, tecnología apropiada y justicia cognitiva. La pluralidad de marcos conceptuales es un elemento común a aquellos movimientos de innovación de base que contienen actores provenientes de muy diversos contextos y que tienen como objeto de disputa la infraestructura (Smith et al 2017).
La primera visión plantea el hardware científico abierto como una forma más eficiente de producir herramientas para hacer ciencia, y que además produce beneficios colaterales, como la disponibilidad de equipos más económicos accesibles para contextos de recursos escasos. Esta es actualmente la cara más visible del movimiento, como se evidencia en artículos publicados en revistas internacionales de alto impacto y análisis sobre estandarización de prácticas (Bonvoisin et al. 2020; Ravindran 2020). Por otro lado, el marco más radical presenta el hardware científico abierto como una oportunidad para que otras formas de conocimiento puedan ser desarrolladas, cuestiona la asimetría de poder norte-sur en términos de producción de conocimiento y las concepciones colonialistas, patriarcales y racistas que vuelven a la academia poco representativa y alejada del resto de la sociedad.
Una de las lecciones aprendidas a partir del estudio de otros movimientos señala que los nichos más radicales deben demostrar beneficios más importantes para poder influir en el régimen (Smith et al 2017). Sin embargo, esto no se trata de un proceso estático: lo que es considerado radical y cuán importantes son sus beneficios cambia con el tiempo y con la aparición de tensiones en el régimen. En este sentido es relevante preguntarse ¿qué tensiones en el régimen pueden enmarcarse como oportunidades para las ideas más radicales dentro de GOSH? Algunos de los actores más visibles en el movimiento están planteando que el contexto de la pandemia mundial de COVID-19, en el que el modelo de producción patentado deja a los hospitales y trabajadores del mundo sin herramientas vitales, podría ser una tensión lo suficientemente fuerte como para abrir una nueva ventana de oportunidad.
Para comprender cómo estos marcos que difieren en términos de radicalidad y hoy existen en GOSH pueden originar tensiones, conviene analizar qué sucede en casos de contacto entre el nicho y las instituciones. En su estudio de la trayectoria del nicho de producción de alimentos orgánicos en el Reino Unido, (Smith 2006) arroja luz sobre la naturaleza dialéctica de las relaciones entre los nichos y el régimen. En esta situación las prácticas promovidas desde los nichos son apropiadas por el régimen de forma diferencial, originando cambios incrementales que fragmentan al nicho y abren nuevas configuraciones que albergan núcleos de innovación más radicales. Smith sugiere que el rol de las políticas debería ser el de alentar esta naturaleza dual de los nichos, tanto radical como reformadora.
¿Cómo afectaría un proceso de apropiación diferencial a GOSH como colectivo? Para imaginarlo no es necesario viajar demasiado hacia adelante en el tiempo; durante 2020 se sucedieron numerosas conversaciones sobre políticas e interacciones con las instituciones. En particular se publicaron recomendaciones a nivel nacional para el caso de Finlandia, donde figura uno de los miembros más visibles de la comunidad como co-autor (Heikkinen et al. 2020). Estas recomendaciones están contenidas en su totalidad en el marco academicista: la base del análisis son las eficiencias económicas y los potenciales beneficios de la innovación abierta. Menciona también que análisis de este tipo deberían poder generalizarse a países a igual nivel de desarrollo que Finlandia y a instituciones en países no desarrollados que puedan aprovechar estos beneficios. Las recomendaciones incluyen relevamiento de equipos estratégicos a nivel nacional, políticas que favorezcan las condiciones de mercado para la producción y consumo de hardware científico abierto en universidades e institutos de investigación, y mecanismos de financiamiento para la producción de equipos estratégicos.
Se podría especular entonces que ante la interacción con el régimen, sean las prácticas del marco “académico” las primeras en incorporarse y generar tensión al interior de GOSH. Este es un escenario donde el hardware científico es producido por empresas que venden los equipos y publican los diseños en línea bajo licencias abiertas, y los beneficios empiezan a verse en términos de coordinación de los esfuerzos de investigación, capacidad de reparación y aceleración de la innovación. Sin embargo, si no se incorporan las prácticas o ideas “alternativas” del movimiento, es probable que aparezcan algunos problemas: sin esfuerzos para que los diseños abiertos sean accesibles en contextos diferentes, estos van a seguir siendo difíciles de reproducir en algunas partes del mundo. A medida que estos nuevos diseños abiertos se convierten en una norma de facto para la investigación, probablemente certificada, en los países con menos recursos los investigadores van a seguir dependiendo de los fabricantes, sólo que ahora son productores de hardware abierto. La documentación es pública, pero sigue siendo ilegible para los no expertos o quienes no hablan inglés, por lo que no se está produciendo verdadera inclusión.
En este escenario de prácticas apropiadas de forma diferencial GOSH comenzaría a fragmentarse como nicho, de acuerdo a las experiencias históricas de otros movimientos (Smith 2006). En nichos poco plurales existe el riesgo de desintegración; la presencia en GOSH de actores que encarnan las ideas más radicales dentro del colectivo abre la posibilidad de reconfiguración. El cambio tanto en el régimen como en el nicho abriría nuevos espacios y estrategias para perseguir los nuevos objetivos, más radicales pero que ahora pueden ser percibidos como “posibles”.
La propuesta de imaginar posibles futuros cercanos para GOSH a partir de lecciones históricas tiene por objeto promover la reflexión sobre qué consecuencias podría acarrear la priorización de ciertas narrativas y estrategias sobre otras, y las nuevas configuraciones políticas que necesariamente surgirán en estos nuevos escenarios. Para cumplir con sus visiones de democratización, GOSH aprovecha la tensión entre ambos marcos conceptuales. La forma en que esta tensión evolucione dependerá, en gran medida, de cómo la institucionalidad interactúe con el colectivo, tema que se desarrolla en la próxima sección.
9.1.5 Trayectorias alternativas
El concepto de trayectorias alternativas permite especular sobre los diferentes futuros disponibles para las ideas y prácticas radicales que informan a GOSH como movimiento. Tanto en términos discursivos como materiales, representa la huella dejada por los movimientos de innovación de base hacia formas de desarrollo más inclusivas y socialmente justas. Considerar caminos alternativos implica analizar las formas en que los movimientos interactúan con las prácticas establecidas en el régimen (Smith et al 2017), con el foco en aquellas prácticas y configuraciones que aportan “flexibilidad, diversidad, adaptación, aprendizaje y reflexión” (Leach, Scoones, y Stirling 2010).
En este sentido, la idea de construir herramientas científicas abiertas como una forma de producir ciencia y tecnología de manera más diversa, equitativa y democratizante del conocimiento representa un camino alternativo de desarrollo. Es una forma diferente de concebir la producción de conocimiento, enmarcada en la justicia cognitiva, las pedagogías críticas y una visión feminista interseccional. En términos materiales estas visiones alternativas se concretan en innumerables diseños, por nombrar algunos: el desarrollo de artefactos abiertos “frugales” hechos con materiales disponibles en casi cualquier lugar del mundo o a partir de elementos reutilizables, los métodos cromatográficos que permiten evaluar calidad de suelos con las comunidades campesinas, las herramientas para auto-análisis ginecológico desarrolladas por colectivos feministas, entre otras, habilitan de forma concreta esta nueva visión sobre la producción de conocimiento.
Existen dentro de GOSH ideas más “digeribles” que otras por parte del régimen actual. Una de las características que diferencian a GOSH de otros movimientos dentro de la ciencia abierta es que aunque la producción de equipos está concentrada, los potenciales intereses en contra de la apertura no son todavía tan visibles como en otros movimientos. A diferencia, por ejemplo, del caso del movimiento de acceso abierto y Elsevier, donde un mercado hiperconcentrado determina las normas implícitas y explícitas que evalúan la producción de conocimiento; en el hardware abierto son múltiples las compañías que utilizan el régimen de patentes e impiden la circulación de información sobre diseño, por lo que el mensaje es más difícil de transmitir. Por otro lado, existen cada vez más compañías produciendo hardware basadas en modelos de apertura (Joshua M. Pearce 2017). Aunque con sus particularidades, el ejemplo del CERN y su trabajo en el desarrollo de un ecosistema de medianas empresas de hardware abierto proporciona lecciones útiles para incentivar a más empresas a abrirse (van der Bij et al. 2012). Como se resume en el capítulo 2, múltiples trabajos abordan, cada vez más, el estudio de modelos de negocio viables para el hardware científico abierto.
Mirar a GOSH en términos de trayectorias alternativas puede contribuir a pensar en cómo las nuevas políticas de promoción del hardware científico abierto podrían actuar para abrir en lugar de clausurar vías alternativas de desarrollo. Una de las formas podría ser a través de la inclusión de aquellos actores que encarnan las ideas más radicales dentro de las conversaciones que informan la redacción de políticas; pero también la reflexión sobre qué narrativas son reforzadas desde la política pública. Desde sus inicios, GOSH articula las tensiones entre estas visiones para poder moverse; cambiar esta estrategia para pasar a solo promover una narrativa de eficiencia sería un error; conduce a resultados muy parecidos a los que tenemos actualmente, solo que obtenidos más rápidamente y a menor costo. En este sentido resulta útil el análisis de (Albornoz et al. 2018) sobre las narrativas dominantes que se refuerzan desde la formulación de políticas de ciencia abierta, una versión simplificada y descontextualizada de los valores iniciales del movimiento.
La estrategia de articulación y diálogo que permite que GOSH exista debería poder informar a la política no sólo en términos de sus objetivos sino también de sus metodologías, si se pretenden obtener algunos de los beneficios más interesantes que promueve el colectivo en términos de democratización de la ciencia y la tecnología. Retomando las ideas propuestas por (Smith 2006), el rol de las políticas debería ser el de abrir la discusión para que las ideas de los actores marginales, por fuera de las instituciones, puedan tener un lugar en la mesa.
9.2 Pregunta 2: mecanismos para incorporar nuevos y más diversos actores
Esta sección discute, a partir de los resultados presentados en los estudios de caso y en el análisis intra- e inter-bloques, los modos de participación, la inclusión de nuevos actores y la diversidad en los procesos de producción de tecnología. A modo de síntesis, los resultados permiten comprender que más allá del contexto académico o comunitario, son los objetivos de los proyectos los que van a determinar la modalidad de la participación e inclusión de nuevos actores; que los espacios físicos influyen significativamente en la diversidad de expertise que se encuentra en los colaboradores y que las estrategias que suceden en espacios offline configuran las de los espacios online. También permiten observar que las estrategias, en todos los casos, incluyen la generación de instancias de diálogo que habilitan la formación de pares y la circulación de información entre las etapas de diseño-fabricación-uso, y que esto permite producir artefactos altamente contextualizados. Las próximas secciones desarrollan cada uno de estos aspectos, discutiendo en cada caso con la literatura que se considera relevante.
9.2.1 Objetivos que configuran modos de participación
El análisis comparativo entre casos del capítulo 8 muestra cómo el objetivo de cada proyecto guía la participación y sus estrategias, más allá del contexto académico o comunitario. Se observan dos grandes tendencias: proyectos con objetivos enfocados en el proceso de fabricación y proyectos con objetivos enfocados en el uso del producto. En este sentido se podrían pensar estas categorías como una ampliación de la “apertura de proceso” y “apertura de producto” que distinguen (Bonvoisin y Mies 2018) en su análisis de la documentación online de hardware abierto, aunque con algunas particularidades.
En el primer caso, que llamamos “de proceso”, el objetivo es formativo, de inclusión; este tipo de proyectos se podría asemejar a lo que (Kera et al. 2019) llaman little science a partir de su estudio de experiencias con hardware científico abierto en el sudeste asiático. La narrativa es “cualquiera puede participar”. El trabajo principal se realiza sobre la accesibilidad: la estrategia consiste en construir un lenguaje común que facilite la formación de pares, en simplificar procesos, a fin de que más gente y de diferentes espacios y formaciones se pueda sumar al proceso. Esto hace que las diferencias entre etapas de diseño se vuelvan más fluidas y permeables por parte de los colaboradores; la división del trabajo es casi imperceptible. Este es el caso de Vuela, donde “todos hacen todo”, y como comenta uno de las organizadores en una entrevista en 2020, el producto en cuestión no es lo más relevante:
Una idea a la que llegamos de cuál sería el objetivo [es que] estaba no tan relacionado a los drones, porque terminaban siendo una excusa, sino que el objetivo era explorar cómo funciona o cómo no funciona un proyecto de hardware científico abierto.
En la mayoría de los proyectos que llamamos de apertura de “productos”, los objetivos están justamente en el producto: probar una nueva hipótesis, hacer más eficiente un proceso de diagnóstico o poder contar con herramientas locales para mejorar la calidad de vida de una comunidad en particular. La diferencia en los objetivos genera diferencias en las estrategias, principalmente en términos de división del trabajo. Aquí, a diferencia de lo observado por (Kera et al. 2019), aunque el objetivo no está en la little science, los proyectos observados no necesariamente representan los valores, objetivos y metodologías de la big science.
Tanto en los proyectos más orientados hacia “procesos” como hacia “producto” se observa la estrategia centro-periferia que menciona Raasch (2011) para caracterizar compromisos disímiles de colaboración en desarrollos abiertos de software y de hardware: existen colaboradores/fundadores que consensúan las decisiones de diseño y un conjunto de colaboradores más esporádicos que contribuyen de forma ocasional. Sin embargo se observan algunas diferencias: el “centro” o grupo organizador, en el caso de Vuela, aunque toma decisiones en momentos clave, tiende a abrir posibilidades ante las ideas de los colaboradores. En el segundo caso, orientado a producto, las decisiones del grupo organizador siempre tienden a la estabilización ya sea en forma de la elección de funciones a desarrollar, qué materiales conseguir o qué pruebas de calidad realizar. En estos casos los límites entre las etapas de desarrollo, fabricación y uso son más definidos: quienes participan en una etapa por lo general no participan de la otra.
En todos los casos las etapas de diseño se observan interconectadas a través de la generación de instancias de diálogo, que habilitan tanto la circulación de información como la formación de pares. En los proyectos “de proceso”, estas instancias son un fin en sí mismas, se desarrollan por su valor intrínseco para la inclusión de nuevos actores. En los procesos “de producto”, la inclusión de nuevos actores está dirigida a ocupar roles específicos: makerspaces o fablabs universitarios que suman su expertise de fabricación; investigadores, promotores de salud o mujeres de una comunidad rural que se suman porque son usuarias del desarrollo en cuestión; proveedores de hardware o profesionales que contribuyen desde su expertise de desarrollo básico. Esto abre un abanico de configuraciones posibles desde las cuales pensar qué nuevos actores podrían participar, y desde qué objetivos y formas de ver la tecnología y el conocimiento.
9.2.2 Espacios que configuran diversidades
En términos de diversidad de género, en los casos académicos no se observa participación significativa de mujeres ni personas no binarias en las etapas de prototipado o selección de prototipos. La desigual participación de mujeres en las ingenierías y en particular la física, donde se inserta Open Flexure, está documentada para instituciones del Reino Unido, donde no alcanza el 20% de representación (Draux et al. 2019). Por el contrario, siendo Perú el país de Latinoamérica con menor proporción de investigadoras mujeres en total (UNESCO y Schlegel 2015) la participación de mujeres es equitativa en las carreras de salud o la ingeniería biomédica, área donde trabaja Gorgas tracker (Quintero 2016; Rodriguez y Taborda 2012). En este sentido, un informe local reporta que las barreras que encuentran las investigadoras y docentes universitarias incluyen principalmente la reproducción de estereotipos y roles de género en el ámbito laboral, la segregación vertical que les impide llegar a la toma de decisiones y la dificultad de conciliar la familia con las exigencias de la docencia y la investigación (Alecchi et al. 2018).
En los casos comunitarios las mujeres ocupan roles críticos que aportan expertise contextual para la construcción del problema a solucionar o investigar. Se puede observar un proceso que (Kimura 2019), a partir del análisis de la ciencia ciudadana en Japón post Fukushima, describe como gendered scientization: la distribución asimétrica de oportunidades y desafíos para los no expertos en función de la división de tareas, estereotipos y discursos de género. Las formas que toma el proceso de gendered scientization son diferentes: mujeres que participan a través de su auto-identificación con los roles de cuidado; mujeres que participan en contextos de disputa para desterrar la imagen “irracional” que se le da a su activismo; pero también mujeres que participan gracias al discurso de “mujeres en ciencia” o “mujeres en STEM”. En el caso de Vuela, el liderazgo de una de las vecinas de la asamblea comunitaria fue determinante para la definición del problema de investigación con la comunidad, que puede leerse en clave de “cuidados”. Desde el rol de usuarias, las mujeres también realizaron aportes clave: son las mujeres de la comunidad indígena las que alertan sobre problemas de diseño que pueden afectar el “cuidado” del dispositivo Gorgas. Las microbiólogas de KossamTor detectaron la oportunidad de modificar la incubadora para producir yogur, en lugar de sólo venderla a las universidades como material de estudio; su principal motivación es la alimentación de los niños de la comunidad (nuevamente los cuidados); desde las redes sus imágenes se publican como ejemplos de “mujeres en ciencia”.
En todos los casos se observa que los espacios físicos donde se desarrollan las actividades influyen significativamente sobre la diversidad en los proyectos, principalmente en términos de diversidad de formación de los participantes. Cuando las actividades se desarrollan en espacios extra-académicos la proporción de participantes sin educación formal aumenta, como se observa en Vuela, donde el centro vecinal atrae personas dentro de su red territorial o en KossamTor, donde el makerspace recibe a vecinas de una comunidad rural aledaña. En particular en el caso de Vuela, esta observación coincide con la revalorización de los espacios “subalternos” que se hace desde Design Justice, como aquellos espacios donde suceden las prácticas de diseño en los márgenes, donde no se esperaría (Costanza-Chock 2020).
Una de las formas en que los espacios comunitarios permiten aumentar la diversidad de participantes es habilitando la colaboración esporádica, más amable con los horarios laborales y las circunstancias de la vida de la mayoría de las personas que la rigidez de los espacios institucionales. En este sentido, (Strasser et al. 2018) plantean que discutir la “ciencia ciudadana” en términos de democratización implica necesariamente involucrar a personas con diversidad de grados y tipos de formación, un factor sub-estudiado. En el caso de Vuela las sesiones en la comunidad de Melipilla se realizaban los domingos; aunque algunos vecinos estaban muy involucrados y asistían siempre, otros asistían los días que podían, o llegaban más tarde o se iban más temprano, pero participaban. Además del valor en sí de la participación del recién llegado, se disparaban procesos de formación de pares: otro participante lo ponía al día y trabajaba con él.
Sin embargo, contar con una audiencia más diversa no implica que haya necesariamente una mayor participación de los colaboradores en todas las etapas del proceso, ni que esto reporte menores beneficios directos para la comunidad. En el caso de KossamTor, las mujeres de la comunidad rural son claramente un grupo poco representado en tecnología y en condiciones vulnerables. La estrategia “de producto” del proyecto no las incluye durante todo el proceso de fabricación sino como usuarias activas, que asisten a instancias de capacitación en uso, ensamblado y reparaciones rápidas de las incubadoras. En este sentido se prioriza el beneficio directo que la comunidad puede obtener a partir de contar con un artefacto funcional, frente al potencial beneficio a largo plazo de la participación y construcción de capacidades de diseño. El sistema de prioridades toma mucho sentido en el contexto del problema urgente que quiere solucionar KossamTor: la seguridad alimentaria de las mujeres y sus familias. Esto coincide con el análisis de (Kimura y Kinchy 2016) sobre algunas experiencias participativas en casos de injusticia ambiental, donde la participación no fue permanente, pero redundó en beneficios directos para las comunidades afectadas.
Contrariamente a lo que se podría esperar, en los casos estudiados la complejidad de los artefactos no es un factor determinante de la diversidad de formación de los colaboradores; el factor más relevante en todos los casos es el espacio donde se desarrolla la actividad de fabricación. Vuela, el más diverso de los casos, propone la construcción comunitaria de artefactos complejos que involucran trabajos en electrónica, utilización de software y destreza para maniobrar el drone. Sin embargo esto no afecta la diversidad de colaboradores, que sí cae cuando las actividades se desarrollan en espacios académicos.
9.2.3 Conexiones entre espacios offline y online
Todos los casos de estudio cuentan con documentación disponible online sobre su fabricación y uso, pero difieren en su calidad. Para todos los grupos organizadores, documentar es parte de su identidad en términos de “abierto”; no cumplir con este requisito se considera vergonzoso: en todos los casos los participantes se excusan una y otra vez por la falta de tiempo para producir mejor documentación. Esto se condice con los numerosos intentos de estandarizar “buenas prácticas” y taxonomías disponibles (Gibb 2014a; Wagenknecht 2014) o la evaluación de los proyectos a partir de su documentación (Bonvoisin y Mies 2018). Una buena documentación es la prueba de que el trabajo del grupo está alineado con la filosofía del código abierto, no sólo desde el discurso, también desde la práctica.
El análisis de casos permitió observar que aquellos proyectos que desarrollaron procesos de fabricación donde la distancia cultural o de formación entre los colaboradores es significativa, producen documentación extensa y de mejor calidad. Este es el caso de Vuela y de Open Flexure, con documentación en varios idiomas, formatos y plataformas. Para todos la tarea de documentar es vista como una carga, un trabajo increíblemente laborioso pero necesario para considerarse parte del movimiento. Si la motivación es baja en todos los casos, ¿por qué algunos grupos producen documentación de mayor calidad? Las diferencias que se puede observar entre estos casos y aquellos que cuentan con documentación escueta son principalmente dos: por un lado quienes documentan menos lo hacen al final, una vez que el prototipo funciona y se comienza a producir; por otro lado quienes documentan menos son aquellos grupos donde se observan más procesos de división de tareas por expertise que de formación de pares.
En los casos con buena documentación, los videos, las traducciones, las imágenes, son resultado de procesos de facilitación e inclusión que suceden en el espacio offline de los proyectos. No solo documentan el diseño final, muchas veces documentan procesos, decisiones que se toman sobre qué componente elegir o qué funcionalidad descartar. En el ejemplo de Vuela, que en su web haya un video introductorio en creole parece totalmente desproporcionado en términos de recursos disponibles e impacto. Pero ese video es el resultado de un proceso de facilitación: fue producido para los talleres por un colaborador, como una manera de facilitar la inclusión de vecinos de Melipilla que no hablan español. En el caso de Open Flexure, las imágenes de componentes, los videos de ensamblado del microscopio, son herramientas que se utilizan para facilitar la colaboración entre el grupo inglés y el grupo tanzano. El grueso del trabajo se realiza durante el proyecto, compartirlo después en una página web es la parte más sencilla.
Por otro lado, en estos casos quienes documentan no necesitaron imaginar a quién le están hablando: lo hacen a diario, el material es el resultado de la construcción de un idioma común entre actores muy diferentes. Por el contrario, aquellos proyectos donde los colaboradores se parecen más entre ellos tienen que hacer el esfuerzo de imaginar potenciales públicos, lo que suele derivar en interlocutores parecidos a ellos mismos y documentaciones más escuetas. La documentación se comparte con la “esperanza” de que alguien encuentre el proyecto interesante y desee replicarlo; pero ese colaborador potencial es otra caja negra: ¿Qué idioma habla, en qué parte del mundo está, con qué formación cuenta? En el caso de Gorgas, la documentación está en inglés; en el caso de KossamTor la documentación está incompleta, y no capta algunas de las innovaciones fundamentales del proyecto. Entender a quién le habla la documentación también permite comprender las diferencias en los medios elegidos para documentar, y por qué las certificaciones que evalúan documentación son tan limitadas. Este tema se desarrolla más adelante en este capítulo.
El uso de licencias abiertas es otra de las principales buenas prácticas, o mensajes que se transmiten en el espacio online. De los cuatro proyectos en estudio solo uno utiliza licencias propias de hardware (CERN OHL), dos proyectos aplican licencias de software (GPL) y uno de contenido (CC-BY), todas son copyleft y todos los proyectos, incluso los comunitarios, usan licencias que permiten la comercialización, que es considerado una buena práctica por la Asociación de Hardware Abierto ((OSHWA) 2013a).
Más allá de la práctica de añadir el texto de una licencia al sitio web o repositorio del proyecto, salvo en el caso de Open Flexure, en ninguno de los casos la “cuestión de las licencias” aparece con peso propio. Por el contrario, uno de los participantes de KossamTor señala que el problema de la propiedad intelectual y las patentes es relevante en un contexto donde hay recursos, a ellos “no les pasa”. Testimonios de los organizadores de Vuela, aunque en un sentido distinto, tienen puntos de encuentro: la apertura es aprovechada por las instituciones para “vender” un proyecto como socialmente útil, pero “a campo” no hay tensiones en ese sentido. Los participantes de Gorgas declaran no haber tenido ningún problema con las autoridades universitarias en términos de patentes o licencias abiertas, por el contrario lo ven como algo positivo, al igual que el ministerio de salud. Desde el otro lado del proceso, como consumidores de diseños abiertos, tampoco adquiere relevancia qué tipo de licencia usa un proyecto; se presta mucha más atención a qué tan bien documentado está. En Open Flexure, por el contrario, son explícitas las tensiones entre licencias abiertas que promueve el equipo de desarrollo y la necesidad de patentar por parte de la universidad, tema en constante negociación. El grado de madurez de los proyectos puede estar relacionado a este desinterés en los regímenes legales de patentes, aunque no se debería descartar el factor geográfico; Open Flexure es el único proyecto con desarrollo en el norte global.
En definitiva, en los proyectos de hardware abierto el espacio online se puede pensar como otro territorio más a ocupar con sus propias reglas y redes. Las modalidades de participación en este espacio son diferentes a los espacios offline: en primer lugar se espera que los proyectos comuniquen su existencia al mundo en forma de documentación y bajo alguna licencia abierta, y que a modo de respuesta, otros proyectos intenten replicarlos. Algunos proyectos además gestionan foros de discusión que intentan imitar una lógica de diálogo con colaboradores a distancia, similar a los espacios offline pero asincrónica. Aquellos proyectos que logran construir una buena documentación, reflejo de su capacidad de diálogo entre saberes, capitalizan el esfuerzo con la llegada de nuevos colaboradores, generalmente altamente especializados, que permiten mejorar aspectos técnicos de los proyectos o que desarrollan “forks” en sus propios contextos.
9.2.4 Del diálogo a los artefactos
Independientemente del modo de participación o la diversidad de los proyectos, el desarrollo y fabricación de herramientas científicas abiertas se hace a través de estrategias colaborativas de trabajo iterativo, modular y orientado a la usuaria, que facilitan la circulación de información entre actores. Esto resulta en artefactos que se ajustan a las necesidades de quienes usan y fabrican los artefactos localmente. ¿Pero cómo estas estrategias se materializan en mejores artefactos?
La metodología iterativa de fabricación implica que quienes desarrollan pueden producir y poner a prueba conceptos en forma de prototipos, en ciclos cortos de tiempo y a bajo costo. Quizás el exponente más claro de esta observación sea Gorgas, que puso a prueba una hipótesis en un contexto adverso en menos de un año, de forma exitosa y con un presupuesto muchas veces menor que el de otros proyectos de investigación en malaria.
Esto se combina con el diseño modular de los artefactos, una práctica que subdivide las funciones del diseño en partes más pequeñas o módulos que pueden ser reemplazados, modificados o eliminados de forma independiente, sin afectar el funcionamiento general del artefacto. El diseño modular es un estándar aceptado en el hardware abierto: en Vuela se ve claramente en la mejora “por partes” del drone; en Open Flexure la modularidad permite a los colaboradores armar versiones para usos específicos (como la fluorescencia), en KossamTor la modularidad permitió agregar el control de pH sin alterar el de temperatura.
Finalmente, quizás el factor más relevante sea que todo el proceso de diseño se orienta a la usuaria sin necesidad de imaginarlo, saliendo a su encuentro. La idea de partir desde la usuaria para diseñar está presente en muchas corrientes a lo largo de la historia; por ejemplo es uno de los preceptos del movimiento de tecnología apropiada (Fressoli 2017). En Gorgas, uno de los investigadores menciona cómo las modificaciones más sutiles que realizaron vinieron de la comunidad indígena, y fueron también las que mayor impacto provocaron.
El diálogo entre desarrolladores y fabricantes se hace concreto, por ejemplo, en listas de materiales y componentes que son conseguibles a nivel local, en adaptación de las funcionalidades a las capacidades de fabricación disponibles localmente, en la formación de pares para incrementar y poner a punto nuevas capacidades de fabricación local. En el segundo caso, el diálogo entre fabricantes y usuarias se materializa en la adaptación de las interfaces según las características particulares de quien las usa, en la adaptación de los materiales a partir de las pruebas “a campo”. De forma indirecta a través de los fabricantes, las usuarias influyen en el desarrollo por ejemplo a partir de sugerir nuevas funcionalidades que difieren significativamente de las originales pero responden a sus propias necesidades.
Como el diálogo no es estático sino que evoluciona y se mantiene a través del tiempo, las tecnologías abiertas producto de estas interacciones nunca llegan definitivamente a la clausura (Bijker y Pinch 1987). Existen en cambio versiones diferentes, que conviven y salen a la luz de acuerdo a las prioridades y necesidades del momento. Quizás uno de los ejemplos más ilustrativos sea Open Flexure, que por su grado de madurez podría pensarse como más cerca de la clausura. Cuando se le pregunta a uno de los desarrolladores sobre el diseño final del microscopio, su respuesta es repreguntar: “¿Microscopio para qué cosa en particular? Tenemos doscientas versiones diferentes”. Un microscopio que se usa para fines educativos, otro para investigación clínica, un diseño que funciona bien en Inglaterra, otro que está adaptado al calor y la humedad de Dar es-Salaam, uno con interfaz gráfica, otro que se maneja por línea de comandos. A cada configuración de contexto, usuarias y problemas a resolver, su diseño particular.
A modo de síntesis, las “hipótesis” que los desarrolladores construyen de forma modular se materializan en prototipos que se prueban con las usuarias en ciclos iterativos, que evolucionan u originan nuevos diseños con el correr del tiempo; el uso de licencias abiertas garantiza que la información fluya a través de las etapas sin fricciones.
9.3 Pregunta 3: construcción de capacidades y utilidad de la producción
A partir del análisis de los casos, esta sección discute de qué forma la experiencia de los proyectos GOSH promueve que los participantes construyan capacidades, con énfasis en la producción de conocimiento. A modo de síntesis, se presenta cómo la producción y uso de herramientas abiertas permite a jóvenes investigadores y estudiantes sortear rigideces institucionales a través del desarrollo de pruebas de concepto con bajo riesgo; cómo en la academia el hardware científico abierto tiende a profesionalizar la producción abriendo nuevos modelos de negocio con circuitos cortos de comercialización; cómo los proyectos ganan autonomía en términos de diseños producidos con materiales locales, reparables y sostenibles.
La sección continúa con la descripción de cómo los roles híbridos académico-activistas facilitan el diálogo entre actores más o menos diversos en los proyectos a través de procesos de formación de pares, y que esa capacidad de diálogo permite a los casos producir conocimiento y tecnología socialmente útil, brindando contexto a los problemas de conocimiento y tecnología. Finalmente se introduce la discusión sobre la construcción de criterios de éxito y fracaso hacia dentro del movimiento, describiendo cómo lentes diferentes permiten observar beneficios en proyectos que se consideran poco exitosos. Esto refuerza la idea de que los modelos de participación no son mejores o peores, sino que aportan beneficios diferenciales tanto en términos de su naturaleza, de a quiénes benefician y de la escala de tiempo en la que suceden, y que ambos juegan roles necesarios para avanzar la acción colectiva.
9.3.1 Abriendo espacios para nuevas ideas
En ambos proyectos académicos se pudo observar que el uso de hardware científico abierto permitió a los investigadores navegar exitosamente obstáculos institucionales para el desarrollo de nuevas hipótesis o metodologías. En el caso de Open Flexure, la aplicación de licencias abiertas de forma progresiva a cada módulo del artefacto permitió evitar el patentamiento inmediato impuesto desde la universidad, facilitando la colaboración con Tanzania. En el caso de Gorgas, los investigadores consiguieron generar métodos y datos útiles para la política pública a partir de poner a prueba hipótesis y metodologías que habían recibido muy poco apoyo concreto desde la universidad. Estos casos ilustran dos de los modos en los cuales la “política del conocimiento” funciona dentro de la academia: la creciente presión hacia la comercialización del conocimiento (Frickel y Moore 2006) y el rol de la internacionalización de incentivos en la priorización de líneas de investigación (Vessuri, Guédon, y Cetto 2014). En el primer caso, un patentamiento inmediato hubiera impedido que el makerspace en Tanzania desarrolle sus propias versiones del microscopio a bajo costo. En el segundo caso, uno de los investigadores que inició Gorgas comenta en una entrevista en 2020 cómo los mecanismos institucionales limitan algunos temas en función del financiamiento internacional, por ejemplo aunque la prevalencia de Malaria en Perú es alta, no lo es tanto como en países africanos, y esto volvía a Gorgas poco atractivo para la universidad: “era el combo perfecto como para archivar el proyecto […] una persona que recién está empezando su carrera, un tema relativamente complicado de hacer, un país donde no es tan atractivo hacerlo”.
En ambos proyectos, quienes se encuentran al inicio del proceso son estudiantes doctorales, como en el caso de Gorgas, o jóvenes investigadores, como en el caso de Open Flexure; a partir del impacto que generaron sus proyectos lograron establecer sus propios laboratorios dentro de la universidad. En el caso de Gorgas, el artefacto ya sirvió de base para el trabajo de estudiantes de grado y de posgrado que amplían las funcionalidades para probar nuevas hipótesis. Estas observaciones muestran que el desarrollo de hardware abierto podría constituir una alternativa para la introducción de innovaciones disruptivas, en lugar de las incrementales favorecidas por la estructura jerárquica académica y su rigidez (Weiler 2011). La evolución de la carrera académica de los participantes se corresponde además con los beneficios que (McKiernan et al. 2016) observan en las carreras de jóvenes investigadores que implementan prácticas de ciencia abierta.
9.3.1.1 Nuevos modelos de negocio
Uno de los rasgos más salientes en los discursos de los participantes de proyectos académicos es el intento de demostrar que el hardware científico abierto es de calidad. Esta discusión es reflejo de las conversaciones que suceden hacia el interior del movimiento global y que indican una tendencia creciente hacia la estandarización de prácticas (Bonvoisin et al. 2020). Los participantes académicos en el análisis del colectivo muestran cómo en la academia se intenta desterrar la narrativa de que, como en general el hardware científico abierto es más económico y las usuarias intervienen en su producción, es de peor calidad. Esta visión proviene principalmente de su asociación con el movimiento “hágalo usted mismo”, de carácter hobbista; la comunidad académica interpreta este “prejuicio” como uno de los obstáculos para la adopción generalizada.
Las estrategias de los proyectos en este sentido varían. Por un lado se encuentran estrategias de validación: incluso cuando los proyectos son relevantes en el ámbito local, en términos de prestigio y carrera para los investigadores es muy importante poder publicar tanto los diseños como los resultados en revistas internacionales de alto impacto. En el caso de Gorgas, la publicación en revistas especializadas en epidemiología reveló que para los revisores los resultados son relevantes pero la metodología no; los investigadores tuvieron que insistir en lo novedoso de lo metodológico para el contexto local para que finalmente fuera publicado. Esto puede verse como un ejemplo de la negociación entre investigadores de la periferia y las agendas de revistas internacionales que no necesariamente están alineadas (Kreimer 2006).
Otra de las estrategias está orientada a profesionalizar las etapas de fabricación, observable más claramente en proyectos maduros como Open Flexure pero también a modo de indicio en Gorgas. Una de las motivaciones de los investigadores ingleses para asociarse con el makerspace, fabricante en Tanzania, fue el reconocimiento de que quieren seguir investigando y no dedicar tanto tiempo al trabajo de fabricación y atención a las usuarias; que su expertise no es de fabricación y que es preferible que lo haga una compañía dedicada exclusivamente a esto. En esta línea, Open Flexure actualmente trabaja con el makerspace en el desarrollo de tests de calidad que permitan al fabricante asegurar la funcionalidad de los artefactos. Esta lógica se observa incipiente en Gorgas, que aunque se implementó en fase piloto ya demostró que la producción es un desafío para los investigadores, como comenta uno de ellos en una entrevista en 2020:
no solamente hubo hubo un proceso de armado, programación, testeo y evaluación de todos los dispositivos […] que de nuevo, no es lo mismo probar diez que probar setenta y que funcionen todos bien, sino que también teníamos que soldar y asegurarnos de que la soldadura esté correctamente para no generar algún tipo de corte o mal contacto […] es un trabajo adicional, obviamente de todos los recursos humanos que tienen a campo, que son clave para poder realizar esto
Ambos proyectos académicos mencionan, además, que uno de los obstáculos principales a la colaboración entre los equipos de desarrollo y fabricación, y entre fabricantes, es la falta de interoperabilidad del software necesario para diseñar hardware. Este punto se identifica como desafío también en la discusión global (Bonvoisin et al. 2020).
La tendencia a colaborar con una compañía para la fabricación es observable en otros proyectos de hardware científico abierto en la academia, exitosos en términos de adopción (Parker y Novak 2020b). (Hill et al. 2019) desarrollaron “Audiomoth”, un dispositivo que permite grabar sonidos en frecuencias tanto audibles como no audibles en ambientes naturales, que es utilizado principalmente en biología de la conservación. El diseño llamó la atención de personas fuera del equipo de investigación original, que conformaron una compañía para producirlo manteniendo la apertura de los diseños y mejorando el proceso de fabricación. Por cada dispositivo vendido el equipo desarrollador obtiene un 10% de comisión. Las usuarias obtienen un producto de calidad y la garantía de que funciona por 70 dólares (versus 5000 dólares de la alternativa convencional); si desean reducir más los costos las usuarias pueden utilizar la documentación para fabricarlos o adaptarlos a su contexto. Los costos tan bajos hacen que emerjan usuarias en nuevos campos de uso antes impensados, como los equipos de investigación que usan Audiomoth para la evaluación de la contaminación acústica inaudible en ciudades. Parker y Novak (2020)(Parker y Novak 2020b) concluyen que lo que permite a Audiomoth bajar los costos es la multiplicidad de compañías pequeñas que lo producen a bajos volúmenes. Este modelo de negocio, que es el que se busca implementar en Open Flexure, cuenta con ejemplos locales y regionales de aplicación: uno de ellos es la compañía TECSCI23, spin-off del Instituto de Nanosistemas de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina); otro ejemplo se puede encontrar en Scintia24, una startup mexicana que produce y comercializa herramientas para biología sintética.
9.3.2 Autonomía colaborativa
Una de las premisas principales que articulan todos los proyectos es la de ser capaces de producir los artefactos a partir de materiales conseguibles localmente. Este objetivo es promovido desde el movimiento global (Chagas 2018) y está también presente en las buenas prácticas de la comunidad más amplia de hardware abierto ((OSHWA) 2013a). En cuanto a materiales de construcción, los proyectos académicos recurrieron a la impresión 3D mientras que los comunitarios utilizaron piezas de madera, obtenidas con cortadora láser. Esto no resulta llamativo, ya que pese a la mayor difusión de técnicas de fabricación aditiva en los últimos años, para poder operar eficientemente una impresora 3D aún es necesario atravesar una curva de aprendizaje significativa (Woodson, Alcantara, y do Nascimento 2019). El resto de los componentes no electrónicos seleccionados se pueden conseguir en ferreterías o negocios locales.
Todos los proyectos fueron capaces de reparar los artefactos en caso de mal funcionamiento, o en el extremo caso de Vuela, cuando los participantes estrellaron los drones por accidente. La capacidad de reparar fue mencionada como vital en todos los casos para garantizar el funcionamiento de los proyectos. En Gorgas, la capacidad de reparar permite reemplazar dispositivos con mal funcionamiento sin tener intervalos con pérdida de datos. En Open Flexure, las usuarias del Ifakara Health Institute son capacitadas en la reparación básica de los microscopios, y si las fallas son más complejas, los equipos se envían a STICLab para su revisión. En un sentido más amplio, el “derecho a reparar” (Svensson et al. 2018) está siendo activamente promovido desde distintas organizaciones de la sociedad civil, principalmente en Europa y Estados Unidos, en relación a la obsolescencia programada de los objetos de consumo. Cafés de reparación, hacklabs, makerspaces suelen contar con instancias de formación de pares para reparar tecnología. Más cerca del hardware científico abierto, la pandemia de COVID-19 impulsó más que nunca la discusión sobre el derecho a reparar, con el caso paradigmático de los hospitales que no pueden reparar respiradores protegidos por patentes25.
La reparación sin embargo se encuentra con algunas limitantes cuando se enfrenta a los componentes electrónicos. En todos los casos estudiados la lista de materiales incluye sensores, algunos producidos localmente, y microcontroladores importados pero conseguibles a costos razonables, ya sea producidos en China o en Europa/Estados Unidos. Uno de los problemas reportados en los proyectos que dependen de materiales importados desde China es la alta tasa de fallas en los componentes electrónicos, que pueden poner en jaque un proyecto. Una vía interesante e inexplorada en este sentido es la utilización de tarjetas producidas localmente, como las producidas por el proyecto argentino CIAA en sus múltiples variantes (Guido y Versino 2016).
Este problema trae a colación la discusión ya histórica de cuán abierto puede ser un desarrollo de hardware, si la fabricación de microcontroladores es cerrada. En este sentido la comunidad tomó una posición pragmática; en la actualidad está ampliamente aceptado que al menos por ahora, los microprocesadores seguirán siendo cerrados y su producción centralizada ((OSHWA 2010; Richard M. Stallman 2015); los diseños sólo pueden especificar qué tarjeta usan. En el contexto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y la concentración cada vez mayor de la producción de microchips, uno de los actores que toma relevancia es la fundación sin fines de lucro RISC-V Internacional, creada en 2015 en Estados Unidos y actualmente con sede en Suiza. La fundación establece estándares abiertos para la fabricación de microchips sin ser propietaria de los derechos, pero ejerciendo control sobre el uso de la marca, similar al caso de la tecnología Wi-Fi. Más de 300 compañías alrededor del mundo son miembros de la Fundación, teniendo capacidad de voto sobre el diseño. RISC-V, originalmente un spin-off de UC Berkeley, recibió financiamiento por parte del Pentágono, y recientemente movió su sede a Europa frente a presiones del gobierno estadounidense para que, según su CEO Calista Redmond “universidades, gobiernos y compañías fuera de los Estados Unidos también puedan contribuir al desarrollo de esta tecnología”. En conversaciones con miembros de la comunidad global en Europa, no son pocos quienes ven con esperanza la evolución del proyecto RISC-V para el futuro del hardware abierto científico, mencionando como ejemplo las iniciativas públicas para desarrollar chips “made in Europe” basados en RISC-v26, y cómo esto habilitaría mayores grados de autonomía para la producción de conocimiento.
Más allá de las especificidades del contexto actual, las ideas de la autonomía en clave colaborativa, capacidad de reparación y uso de materiales locales que plantean los proyectos en estudio son cercanas a conceptos relevantes en el ámbito latinoamericano. Por un lado, resuenan con los principios del movimiento de tecnología apropiada en Latinoamérica durante los años ‘80 (Fressoli 2017) y más recientemente, con las ideas de “diseño autónomo” que plantea Arturo Escobar (Escobar 2016).
9.3.3 Un idioma común para la colaboración
Como se menciona en secciones anteriores, en todos los casos los proyectos son iniciados o co-organizados por perfiles híbridos, un poco académicos, un poco activistas; algunos más dentro de un campo que del otro. Todos forman parte de la red de GOSH. En el caso de Open Flexure y Gorgas, estos roles están ocupados por personas con formación en física e ingeniería, con un activismo que toma forma a partir de su contacto con GOSH. En Vuela y KossamTor quienes impulsan el diálogo son personas con formación en ciencias sociales e ingeniería agronómica, con mayor trayectoria en trabajo comunitario. En particular en los casos comunitarios, la presencia de estos roles coincide con lo observado por Ottinger (2010) y (Wylie et al. 2014) sobre las interfaces que permiten el diálogo entre comunidades y conocimiento experto en ciencia comunitaria o ciudadana.
La característica principal de estos roles es que pueden dominar tanto el lenguaje técnico como el lenguaje de los no expertos, funcionando como puente. El tipo de diálogo que facilitan cambia de acuerdo al objetivo del proyecto: aquellos proyectos “de producto” generan diálogos de tipo interdisciplinario; Vuela además genera diálogos de tipo epistemológico, con personas que no están dentro de la academia. Se podría decir que estos roles poseen el tipo de expertise que Collins y Evans (2002) denominan “de interacción”, conectando campos de conocimiento codificado y no codificado.
Más allá de contar con conocimiento específico en un área, estos perfiles cuentan con una imagen más general de cómo funciona (o cómo debería funcionar) el proceso de desarrollo colaborativo, transmitiendo estas ideas al resto del equipo. En todos los casos los participantes declaran haber aprendido o mejorado su conocimiento sobre qué se necesita y cómo desarrollar este tipo de proyectos; este “meta-aprendizaje” sobre la gestión les permite, en todos los casos, decir que se sienten capaces de emprender nuevos proyectos. Más allá de lo individual, se puede pensar estos aprendizajes en clave colectiva, como aquellos necesarios para avanzar las actividades de innovación dentro del nicho (Smith et al 2017).
El aporte más relevante de estos perfiles híbridos se observa en términos de construcción de un lenguaje común, a través de facilitar procesos de formación de pares. En Gorgas, los investigadores comentan que el “alma de maestro” de uno de los ingenieros los hacía sentir cómodos para preguntar sobre metodologías de fabricación digital que desconocían por completo. En KossamTor, uno de los organizadores del makerspace cuenta como “facilito que todos sepan de todo para integrarse y poder explicar qué hace el proyecto”. En Vuela, antes de cada sesión los organizadores grababan videos de sí mismos armando los artefactos, que después miraban con los participantes e intentaban, entre todos, reproducir.
9.3.4 Producción de conocimiento y tecnologías útiles
En todos los casos, quienes iniciaron los proyectos lo hicieron bajo la premisa de producir conocimiento o tecnología socialmente útil. Los participantes exponen las motivaciones para iniciar los proyectos en términos de “impacto social”, “utilizable localmente”, “útil a la comunidad”. Las temáticas abordadas reflejan esta preocupación: dos de los proyectos estudian cómo diagnosticar mejor la malaria, otro trabaja con problemas de seguridad alimentaria, otro con usos del territorio. Que todos busquen la utilidad hace pensar que perciben a la producción de conocimiento como, en general, inútil o de bajo impacto para resolver los problemas de la periferia; como efectivamente lo enuncian. Esto resuena con las ideas de producción útil de conocimiento, desde el pensamiento latinoamericano (Varsavsky 1969) hasta la actualidad (Sarewitz y Pielke 2007; Schot y Steinmueller 2016).
Los casos académicos tienden a desarrollar nuevas ideas, mientras que los casos comunitarios trabajan en adaptar diseños probados como útiles en otros contextos. Sin embargo, en todos los casos, el diálogo entre las diferentes etapas de diseño y producción de conocimiento fue la estrategia omnipresente. La interacción permitió a los diferentes casos ganar valiosa información “de contexto” con la que no contaban inicialmente. Gorgas, por ejemplo, pudo modificar sus interfaces para que sean útiles a los trabajadores a campo; Open Flexure modificó los materiales de construcción para que toleren el clima de Tanzania. KossamTor decidió incorporar una funcionalidad nueva que permita contar con equipos más útiles; Vuela mejoró el diseño del drone de tal manera que fuera más sencillo de manejar para quienes no tienen entrenamiento. En este sentido, en términos de Design Justice, a partir del diálogo todos los proyectos lograron construir tecnologías más “justas” que las originales (Costanza-Chock 2020).
Más allá de las modificaciones de los artefactos, el impacto más relevante que se observa en todos los proyectos es la construcción de problemas de conocimiento que reflejan más fielmente los problemas sociales que se pretenden abordar. A partir del trabajo con las comunidades indígenas, los investigadores en Gorgas pudieron comprender mejor la dinámica de la movilidad en la comunidad, y cómo esto puede influenciar el contagio de la malaria; una próxima iteración instalará monitores en los botes que utilizan los vecinos para moverse, por sugerencia de los mismos vecinos. Los resultados, además, se incorporaron como eje de análisis en el Plan Malaria Cero que lleva adelante el Ministerio de Salud peruano, con quien ahora tienen interlocución. Quienes forman parte de Open Flexure, a partir de interactuar con el Ifakara Health Institute, comprendieron que el problema principal más allá de la falta de equipamiento, es la falta de personal técnico capacitado para diagnosticar malaria. Técnicos del Ifakara Health Institute se encuentran trabajando con el equipo de desarrollo sobre algoritmos que permitan automatizar tareas rutinarias y liberar tiempo de los técnicos.
En el caso de Vuela, el trabajo sistemático sobre el artefacto y el contacto con los investigadores visitantes permitieron que la comunidad construya un problema de conocimiento a partir de una situación de riesgo que los preocupa y por la cual vienen reclamando sin éxito, como es la actividad de la cantera ilegal cerca de sus casas. El proyecto permitió que los vecinos comprendieran que pueden construir un drone que pueden utilizar para su propio beneficio. En una problemática diferente, la interacción entre ingenieros del makerspace en KossamTor y las microbiólogas permitió que el proyecto original se oriente a la producción de alimento para el uso de las mujeres de la comunidad vecina dándoles la oportunidad de contar con un ingreso; más allá de vender la incubadora a las universidades.
Al mirar los casos en su totalidad, una de las observaciones que salta a la vista es que el desarrollo de herramientas científicas abiertas promueve la construcción de capacidades para participar del diseño y fabricación de tecnología; sin embargo no necesariamente construye capacidades para la producción de conocimiento científico. ¿Se produce conocimiento científico cuando una comunidad plantea un problema social en términos de “proyecto de investigación” comunitario? ¿Qué conocimiento se produce en la adaptación de una tecnología relativamente simple a la necesidad de una comunidad local por parte de otros miembros de la comunidad? La definición de conocimiento restringida a lo “científico” resulta limitante. Quizás convenga, como plantean (Strasser et al. 2018) tomar los aportes de la participación en términos de la definición amplia de “alfabetización científica”: aumentar la comprensión de los no-científicos acerca de cómo funciona la ciencia. Y en la otra dirección: tomar los aportes de los no-científicos para aumentar la comprensión de otras formas de conocimiento y lenguajes, hacia dentro de de la academia.
Todos los casos muestran ejemplos de lo que (Nowotny 2003) llaman ciencia y tecnología robustos: altamente contextualizados, validados por actores para los cuales la problemática es relevante. Las estrategias de diálogo puestas en marcha pueden leerse en clave de lo que Spaapen y Drooge (2011) llaman “interacciones productivas”, acercando la agenda científica y tecnológica a las necesidades del contexto local a través de contactos directos e indirectos entre actores relevantes. Aumentar la diversidad de quienes interactúan en la producción de ciencia y tecnología se vuelve, más allá de una buena intención, una estrategia efectiva que produce mejor conocimiento y mejor tecnología.
9.3.5 De-construcción de criterios de éxito
Una de las observaciones más peculiares a partir del estudio de casos surge alrededor de los criterios de éxito en este tipo de proyectos. Fue sorpresivo escuchar a una de las organizadoras de Vuela calificar el proyecto, en su tramo comunitario, como un “fracaso” ya que la comunidad de Melipilla no pudo utilizar la versión más reciente del drone, que les permitiría finalmente monitorear la actividad de la cantera. El fin del financiamiento que permitió las actividades en Melipilla significó para Vuela tener que salir a buscar nuevas fuentes de recursos, encontrando una posibilidad en la construcción de drones para investigación en agricultura, en el marco institucional. Las actividades siguieron pero en ámbitos académicos, dentro de los institutos de tecnología agropecuaria de distintos países latinoamericanos agrupados en el PROCISUR. El modelo de drone al que se llegó en Melipilla fue retomado en estos talleres donde se logró mejorar la calidad de la toma de imágenes, la estabilidad y maniobrabilidad; transformándolo en un instrumento apto para la investigación denominado. Tras el desarrollo de los talleres, los investigadores de siete “INTAs” latinoamericanos cuentan con tecnologías autónomas para investigar cultivos a gran escala; el diseño sigue disponible bajo licencias abiertas y puede encontrarse en vuela.cc.
Vuela es el único de los proyectos que se orienta a proceso en lugar de a producto. Es decir, su foco, al menos durante la etapa comunitaria en Melipilla, estuvo en que más gente participe del proceso de fabricación del drone, que en lograr fabricar un drone. Como menciona uno de los participantes, “podríamos haber aprendido a fabricarlo entre cuatro en una casa, pero no era la idea”. Los proyectos orientados “a producto” identificaron la sostenibilidad como parte de los objetivos desde un principio, lo que derivó en la implementación de circuitos de comercialización de los desarrollos tecnológicos o de visibilización del impacto del conocimiento producido, que les permiten sostener sus iniciativas en la actualidad. Vuela no planteó esa posibilidad en un comienzo, y además se enfrentó con las desigualdades estructurales de un contexto al margen de la producción de conocimiento formal: falta de infraestructura, personas que no tienen recursos para movilizarse hasta los talleres, personas que no tienen tiempo o su tiempo es escaso para actividades “extra” y no pueden darse el lujo del voluntariado. En este sentido Vuela se enfrentó al problema que enfrentan la mayoría de los proyectos de hardware abierto para ciencia, que es cómo garantizar la sostenibilidad. El tema surge sistemáticamente en reuniones de la comunidad tanto académicas como comunitarias, y existen cada vez más publicaciones que discuten modelos de negocio y sostenibilidad de las iniciativas (Li, Seering, y Wallace 2018; Joshua M. Pearce 2017).
Sin embargo, dependiendo del lente que se utilice es posible ver que los aportes del proyecto no son en ningún sentido escasos. Vuela construye otras cosas, en plazos de tiempo diferentes; evaluarlo con las mismas métricas que el resto de los proyectos, que generalmente comparan reutilización del diseño, no aporta información útil. Al observar la construcción de la participación bajo los criterios que proponen Chilvers y Kearnes (2019), se puede ver que el proyecto aporta en tres de los cuatro ejes que se consideran relevantes. En términos de reflexividad, las instancias de conversación tanto entre todos los colaboradores como los organizadores permitieron al proyecto mejorar la forma en que se abordaban los talleres, desarrollando dispositivos específicos para integrar a aquellos más marginalizados pero también documentación para que contribuyan quienes participan virtualmente. En términos de “ecologizar” la participación, con la excusa del drone Vuela se convirtió en un nodo itinerante agrupando experiencias de personas tanto en una comunidad vulnerable en Chile, como participando en el espacio online, como contribuyendo desde un lugar puramente académico. En términos de enmarcar la participación en contextos mayores, la posibilidad de conectar espacios tan disímiles como comunidad y academia no sólo es un logro en sí misma; también produce, a partir de la apertura, tecnología que puede volver a ser aprovechada por la comunidad.
El lente de construcción de capacidades resulta útil para ver varias contribuciones del proyecto que suelen volverse invisibles en las métricas disponibles dentro del movimiento de hardware científico abierto y de hardware abierto en general, que suelen medir reutilización o “forks”. Uno de los ejemplos más claros es la remoción de barreras de acceso al diseño de la tecnología. El “gold standard” de la documentación de software, extrapolado a hardware por todas las comunidades globales, sugiere el uso de herramientas de control de versiones que permitan a los colaboradores contribuir sin “pisarse”. En los casos académicos esto no suele ser un problema, pero en espacios comunitarios por lo general resulta inútil, como muestran ambos estudios de caso comunitarios. Enseñarle cómo usar git a alguien que no tiene computadora y a veces tiene electricidad, no funciona. Incluso en Open Flexure, muchos de los colaboradores del makerspace no están cómodos con la idea de que la herramienta registre todo lo que se hace; cuando se comete un error se puede identificar quién lo cometió, lo que desalienta a que algunos participen. Al revisar el registro de actividad de KossamTor en GitHub, quien mejoró la documentación fue una científica inglesa que visitó el laboratorio recientemente, no los colaboradores. Vuela abordó este problema de forma diferente. Luego de intentos infructuosos, decidió abandonar el trabajo en git en los talleres con la comunidad. La documentación de Melipilla se hizo en post-its, afiches, una computadora con un documento Word abierto donde la gente se sentaba y escribía. Todo se compiló en un manual en Google Docs y fue subido a su página web. Los organizadores, que manejan la herramienta, actualizaban la cuenta de GitHub con sus propias reflexiones después de cada taller. Esta doble vía para documentar le permitió al proyecto sistematizar aprendizajes comunitarios y al mismo tiempo conectarse con colaboradores internacionales de perfiles técnicos más eficientemente.
El trabajo de facilitación intenso para lograr que se comuniquen colaboradores que no hablan el mismo idioma ni comparten cultura ni formación derivó en la construcción de capacidades diferentes al resto de los proyectos. Los organizadores comentan cómo a partir de los talleres, por ejemplo, perdieron el miedo a abrir y modificar las herramientas de trabajo. O cómo uno de los vecinos, inmigrante haitiano y sin dominar el español perfectamente, a partir de su entusiasmo y las habilidades técnicas que demostró pasó a ser uno de los principales formadores de pares del grupo. Sería interesante, a mediano plazo, evaluar si la participación sostenida de algunos vecinos durante meses de talleres cambió su relación con la comunidad de alguna forma, dados los problemas de integración de los inmigrantes en la zona.
Como se mencionó anteriormente, el análisis de los casos permite ver que no hay una fórmula “buena” o “exitosa” de participación o de configuración de actores en los proyectos GOSH. Los proyectos presentan un abanico de situaciones, configuraciones y posibilidades según el contexto donde están insertos y los objetivos en cada caso. En algunas situaciones será más conveniente un abordaje “de proceso”, que abre alternativas, incluye actores tradicionalmente excluidos, construye capacidades a largo plazo. En otras situaciones quizás convenga una aproximación “de producto”, que genere beneficios más inmediatos para necesidades urgentes. Las prescripciones rígidas, tanto las que indican que “siempre todos tienen que participar en todo” como las que sugieren que la forma “eficiente” es siempre aquella que conduce a la división de tareas, limitan el alcance. A modo de reflejo de lo que sucede a nivel colectivo, en la coexistencia de ambos tipos de proyectos y su combinación de escalas de tiempo, estrategias, prácticas, actores y “ontologías” diferentes, se construyen nuevas formas de ver y habitar el mundo (Escobar 2018).
9.4 Resumen del capítulo
Este capítulo describió de qué manera los resultados presentados en capítulos anteriores permiten responder a la pregunta general de este trabajo de investigación: ¿De qué forma el hardware científico abierto contribuye a democratizar la producción de ciencia y tecnología?
Con ese fin, para responder a la primera pregunta específica de investigación se analizaron las dinámicas de formación de GOSH como colectivo en términos de contexto de surgimiento, marcos conceptuales que informan la acción, estrategias para abrir espacios y potenciales trayectorias alternativas que propone el movimiento. Esto se contrastó con las lecciones aprendidas de otros movimientos de innovación de base y de transiciones sociotécnicas propuestas desde el marco teórico, permitiendo concluir que la consolidación de GOSH como nicho estratégico se hace a partir del aprovechamiento de ventanas de oportunidad tanto técnicas como políticas que permiten sumar actores académicos para “legitimar” sus demandas; que el colectivo utiliza la diversidad estratégicamente para avanzar su acción colectiva a través de instancias de expansión y contracción; que hacia el interior del movimiento la creatividad y lo lúdico se aprovechan como punto de partida para poner a dialogar visiones del mundo muy diferentes y formar identidad. La discusión con la literatura también permitió especular sobre los riesgos de fragmentación del nicho ante la interacción con las instituciones, y el rol de apertura que las incipientes políticas de fomento pueden tener para potenciar en lugar de invisibilizar los discursos y prácticas alternativas presentes en GOSH.
Para responder a la segunda pregunta de investigación, se analizaron los modos de participación, la inclusión de nuevos actores y la diversidad en los estudios de caso individuales, intra- e inter-bloques académico y comunitario. Esto se contrastó tanto con referencias de la literatura de Design Justice y domesticación de la tecnología como con trabajos relevantes en el campo del hardware abierto, identificados en el estado de la cuestión. Los resultados permiten comprender que más allá del contexto académico o comunitario donde se insertan los proyectos, son los objetivos los que determinan la modalidad de la participación e inclusión de nuevos actores; que los espacios físicos influyen significativamente en la diversidad de expertise que se encuentra en los colaboradores y que las estrategias que suceden en espacios offline configuran las de los espacios online. También se pudo observar que las estrategias de participación, en todos los casos, incluyen la generación de instancias de diálogo que habilitan la formación de pares y la circulación de información entre las etapas de diseño-fabricación-uso, y que esto permite producir artefactos altamente contextualizados.
Finalmente, para responder a la última pregunta de investigación se analizaron los factores que conducen a la construcción de capacidades en los estudios de caso individuales, intra- e inter-bloques académico y comunitario, en particular la capacidad de producir conocimiento. El contraste con la literatura de producción de conocimiento socialmente útil y los conceptos de ciencia participativa y ciudadana permitieron concluir que en la academia, el uso de herramientas abiertas permite a jóvenes investigadores y estudiantes sortear rigideces institucionales a través del desarrollo de pruebas de concepto con bajo riesgo; y que la producción tiende a profesionalizarse, abriendo nuevos modelos de negocio con circuitos cortos de comercialización; que los proyectos de hardware científico abierto ganan autonomía gracias al uso de herramientas producidas con materiales locales, reparables y sostenibles; que son los roles híbridos académico-activistas (y en los proyectos comunitarios, particularmente las mujeres) los que habilitan el diálogo entre actores, ya sea interdisciplinario u ontológico, y que esa capacidad de diálogo permite producir conocimiento y tecnología socialmente útil al contextualizar los problemas de conocimiento y el desarrollo de tecnología por medio de “interacciones productivas”. El análisis de capacidades también permitió observar beneficios derivados de proyectos que normalmente se consideran “poco exitosos”, reforzando la idea de que modelos diferentes de participación aportan beneficios diferenciales tanto en términos de su naturaleza, de a quiénes benefician y de la escala de tiempo en la que suceden, y que ambos son necesarios en el camino de la democratización de la producción de conocimiento.
En el próximo capítulo se presenta un breve recuento de la evolución del trabajo de tesis, desde el planteo de la pregunta hasta el análisis de resultados. Se detallan luego las contribuciones teóricas, prácticas y metodológicas del trabajo, las limitaciones del estudio y las implicancias para la investigación, las políticas y la práctica.